Mérida, Diciembre Domingo 10, 2023, 05:27 pm
Durante la última
década del siglo XXI, la crisis financiera asiática hizo retroceder los avances
económicos, políticos y sociales logrados por los países del Este de Asia. Fue
un acontecimiento con repercusiones a nivel mundial debido a que, desencadenó y
extendió rápidamente la caída del baht tailandés, por todo el mundo generando
el colapso de los mercados financieros. Independientemente de su desempeño,
todas las economías del planeta se vieron afectadas. Como era tradicional para
la época, el Fondo Monetario Internacional (FMI) acudió al rescate, pero su
ayuda estableció condiciones duras y exigió a los países receptores de la ayuda
fuertes aumentos en las tasas de interés, la liberalización de la cuenta de
capital y el cierre de instituciones financieras con problemas de liquidez.
Ante esta rigidez, los resultados en Asia fueron los mismos que en América Latina,
se agudizó la crisis financiera asiática.
Esto llevó a los
países asiáticos a buscar alternativas al FMI, iniciándose de esta manera los
primeros esfuerzos de integración financiera en la región. Así, en septiembre
de 1997, Japón propuso la creación de un Fondo Monetario Asiático (FMA), argumentando
que respondería más rápido e impondría condiciones más acordes con el modo
asiático de ver la economía. Después, en mayo de 2000, los países de la ASEAN
más China, Japón y Corea del Sur (ASEAN+3) firmaron un acuerdo para crear la
red de acuerdos swap bilaterales diseñados para abordar un escenario de escasez
de liquidez regional. De esta forma nació la iniciativa Chiang Mai (CM) y
comenzó una nueva etapa en la cooperación financiera asiática.
Más adelante, en
diciembre de 2009, los miembros de ASEAN+3 acordaron expandir la iniciativa CM
a un esquema de agrupación de reservas multilaterales. La Multilateralización
de la Iniciativa Chiang Mai (MCM), alcanzó un tamaño de 240 mil millones de
dólares, convirtiéndose en un fondo regional de reservas de divisas financiado
por las contribuciones de los países miembros.
A la par de estos
esfuerzos regionales por asegurar recursos que estén disponibles para atender
eventualidades, los países del Este de Asia avanzaron en la cooperación
financiera regional para aprovechar las ventajas de los mercados financieros.
En este orden, se suscribió en diciembre de 2002 la Iniciativa de Mercados de
Bonos Asiáticos (IMBA), un acuerdo regional para facilitar la emisión de bonos
denominados en monedas locales. A partir de la IMBA, por ejemplo, bancos
japoneses podían emitir bonos en baht tailandeses para financiar las
operaciones comerciales de las empresas japonesas en Tailandia, reduciendo de
esta manera la necesidad de recurrir al mercado cambiario y asumir los costos
del financiamiento en dólares del comercio internacional.
Y como parte de un
esfuerzo más ambicioso de cooperación financiera regional, en 2005 el Banco
Asiático de Desarrollo presentó la iniciativa para crear una moneda común
asiática: la Unidad Monetaria Asiática (UMA). La UMA es una canasta de monedas conformada
por las monedas de los países de ASEAN+3. Su objetivo es ayudar a los bancos
centrales a estabilizar sus monedas para evitar una devaluación competitiva,
mientras les permite flotar colectivamente frente al dólar estadounidense para
que los desequilibrios de cuenta corriente de la región puedan ajustarse de
manera oportuna. La propuesta fue acogida como un primer paso en la creación de
la moneda común regional, pero sigue sin recibir el apoyo político necesario
por parte de los países miembros.
La experiencia del
Este de Asia nos demuestra que luego de la crisis financiera de 1997-1998, la
realidad económica regional y mundial cambió de tal manera que la cooperación
financiera como posibilidad de fuente segura de fondos es la orientación de la
cooperación financiera regional en el Este de Asia.
* @ajhurtadob