Mérida, Octubre Miércoles 09, 2024, 05:02 am
El realismo político o “realpolitik” es la política o diplomacia basada
principalmente en consideraciones dadas por las circunstancias y no por las nociones ideológicas o premisas
éticas y morales. Sólo la realidad, al someter los principios y las doctrinas al
juicio de la experiencia, constituye el parámetro para medir la conveniencia o
inconveniencia de una línea de acción.
Como la política
no inventa la realidad, debemos aceptarla y servirnos de ella. Lo único que el
hombre de Estado no puede permitirse es ignorar los hechos, porque no encajen en
las teorías que tiene para interpretarlos.
Otto von Bismarck (1815-1898), el “canciller de hierro”, fue quien acuñó el término “realpolitik”, buscando equilibrar el poder entre
los imperios europeos para alcanzar la paz. Tal equilibrio implicaba crear y
mantener un sistema de alianzas
internacionales que aseguraran la supremacía y seguridad del imperio alemán.
Desde el realismo
político se buscó, entonces, que ese equilibrio evitara la carrera armamentista
y, con ello, la guerra, pero el abandono y sustitución de sus preceptos facilitó
el involucramiento de Alemania en la ruta que desembocó en la Primera Guerra
Mundial.
Los
cultores de esta perspectiva no tienen problemas para ceder en algunos de sus
principios si es necesario, con tal de conseguir cierto progreso en otros, considerados
más importantes o centrales.
Veamos 20 de los más importantes preceptos del realismo
político, desde el contexto de la Europa de Bismarck.
01.
La
política es la lucha por el poder y sólo los Estados tienen poder, luego éstos
son los actores fundamentales, sin que los principios de la moral universal se
apliquen a sus actos.
02.
En
términos de política exterior, los Estados se justifican por su mera
existencia, prescindiendo de considerar el grado de ecuanimidad, nobleza,
justicia o legalidad que tengan. En esta materia priva la conveniencia de los
Estados.
03.
La
guerra es sólo uno de los muchos expedientes de los cuales puede valerse una
política para consumar sus fines.
04.
La
política se reduce a, y se resume en, la toma de decisiones y adoptar una
decisión supone siempre vulnerar algún interés, que debe ser, en la medida de
lo posible, tomado por sorpresa para inutilizar su reacción.
05.
Decidir
no significa hacer algo a cualquier precio. Toda decisión política se adopta
sobre un doble eje prudencia/imprudencia y eficacia/ineficacia, y no sobre el
eje verdad/falsedad o bien/mal.
06.
No
hay reglas eternas. La política se desenvuelve en el reino de lo particular y
contingente, por tanto, toda decisión es situacional y ocasional, nunca
atemporal o permanente.
07.
Ni
los amigos, ni los enemigos, ni siquiera los intereses de los Estados, son
permanentes, por lo que debe evitarse en lo posible toda enemistad fundamental
y duradera.
08.
Toda
decisión debe ser tomada con un preciso sentido del “timing” y toda decisión
estratégica supone riesgos.
09.
Decidir
estratégicamente es saber determinar con anticipación hacia dónde será
necesario volcar el grueso de las capacidades del Estado en el momento crucial.
10.
Entre
el aniquilamiento del otro y la rendición propia, según se gane o se pierda,
está la maniobra. Así como en términos estratégicos se maniobra, en términos
políticos se negocia.
11.
Antes
de negociar es preciso fortalecer, hasta donde sea posible, la posición
negociadora y siempre debe otorgársele la oportunidad al adversario de salvar su
rostro y retroceder.
12.
La
paz se entiende en término de equilibrio de enemistades y este equilibrio
aparece cuando se asume que el conflicto, lejos de ser una patología, es
inherente a las relaciones interestatales y, como no puede suprimirse, se evita
o retrasa.
13.
Las
alianzas existen no porque sus signatarios coincidan en todas y cada una de sus
apreciaciones políticas, o porque tengan intereses absolutamente comunes o
coincidentes, sino porque consideran que los riesgos de no hacerlo son mayores.
14.
En
política nadie hace algo por otro a menos que se beneficie a sí mismo y no hay ni
certezas absolutas ni resultados definitivos.
15.
Salvo
excepciones, los acuerdos postbélicos no hacen más que ratificar lo que se ha
obtenido en la guerra. Por eso, cuanto se defienda y la fuerza para hacerlo
deben ser geométricamente proporcionales.
16.
Dado
que buena parte de los problemas políticos no tienen solución definitiva, sino
un arreglo generalmente provisional, en toda negociación hay que estar
dispuesto a conceder algo. Aquí aplica el adagio clásico do ut des.
17.
La
defensa del Estado se vertebra siempre en función de la enemistad. Esto no
implica que el enemigo deba ser aniquilado.
18.
Al
enemigo no hay que odiarlo, hay que procurar entenderlo. La enemistad es parte
indisoluble de la política. Puede haber acuerdo entre enemigos. El acuerdo es
imposible, en cambio, si el enemigo es satanizado y convertido en hereje. El
enemigo es una categoría política, y la política es transacción. El hereje es
una categoría religiosa y los dogmas religiosos no se discuten.
19.
Hay
que tener siempre en cuenta, más que las intenciones del adversario, sus
efectivas capacidades.
20.
Siempre
debe tenerse a mano más de una alternativa y saber esperar y obrar conforme a
los errores del enemigo o adversario. En política siempre se depende de
decisiones ajenas.