El que piense que escribir literatura es tarea simple, se equivoca. El
trabajo creador con la palabra es de lo más complejo del mundo. Ser
escritor responde, qué duda cabe, a una pulsión interior asociada al
talento natural; pero hay más. Suele preguntarse si el escritor nace o
se hace: yo diría que ambas cuestiones tienen que ver, y se
complementan. Se puede nacer con el talento, pero si no se desarrolla
mediante la lectura, la escritura constante y la férrea disciplina,
termina por perderse. El talento vendría a ser una suerte de piedra
preciosa sin pulir, que adquirirá su brillo y sus matices solo con el
oficio sistemático y serio que demanda del autor un gran esfuerzo, un
inmenso esfuerzo, muchas veces lindando lo sobrehumano. Hay quienes
escriben “obras” por mero esnobismo, sin que se halle en su interior ese
talento, y eso se nota a las primeras de cambio. En otras palabras:
cualquiera puede escribir “literatura”, pero si no hay talento, por más
esfuerzo que se haga todo quedará en mero intento y su resultado será
siempre un texto mediocre, sin el hálito ni el brillo que le confiere el
antiguo arte de la escritura. Igual pasa con todas las demás artes: se
tiene o no el talento, y muy a pesar de las academias, de los talleres y
de los estudios formales, si no hay ese “toque” de origen, esa
“locura”, pues los resultados nunca serán considerados auténticas obras
de arte.
Estar formado en literatura no hace un escritor. Casos
hay a montón de personas que habiendo adquirido títulos en Letras,
sencillamente no alcanzaron la altura del texto literario. Ahora bien:
Javier Marías era licenciado en Filosofía y Letras por la Complutense de
Madrid, y llegó a convertirse en uno de los más importantes autores
españoles de los últimos cincuenta años, pero lo alcanzó no precisamente
por su licenciatura (que sin duda amplió su cultura), sino por el
talento que lo desbordaba, aunado a un infatigable trabajo que mermó su
salud y lo llevó a la muerte. Mario Vargas Llosa estudió literatura en
la Universidad de San Marcos, y se doctoró por la Complutense en
Filología Románica, pero su obra responde, sin duda alguna, a su
descollante vena literaria, a su permanente y sólido esfuerzo de lectura
y frente a la página en blanco. La famosa Joanne K. Rowling, autora de
la saga Harry Potter, es graduada en Lenguas y Literatura
francesas, pero su éxito, no nos confundamos, se debe a su inmenso
talento, a su olfato personal, y al enorme esfuerzo por llevar adelante
su obra a pesar de los desencuentros con el denominado canon literario
de su país.
En la literatura universal hay figuras protagónicas
que tuvieron carrera universitaria, pero no en Letras, sino en otras
áreas, y sus improntas son imborrables, daré algunos nombres. Robin
Cook, Arthur Conan Doyle y Antón Chéjov tenían en su haber la carrera de
medicina. El hoy reconocido Franz Kafka se graduó de doctor en Derecho.
El celebérrimo Nobel español Camilo José Cela fue doctor en Ciencias.
El argentino Ernesto Sabato era doctor en Física. El mexicano Carlos
Fuentes se tituló en Derecho. El venezolano Mariano Picón Salas se
graduó en la Universidad de Chile en Historia y Filosofía. Don Tulio
Febres Cordero obtuvo un título en Derecho y años más tarde se doctoró
en ese campo. El novelista Francisco Herrera Luque era Médico con
especialidad en Psiquiatría. El muy famoso y controvertido autor francés
Michel Houellebecq, eterno candidato al Nobel, es Agrónomo de
profesión.
Casos hay también de grandes luminarias que ni
siquiera tuvieron carrera universitaria y dejaron huella perenne en las
Letras. William Shakespeare no terminó la escuela secundaria. De
Cervantes no hay certeza de que haya estudiado en una universidad.
William Faulkner abandonó sus estudios universitarios. Don Rómulo
Gallegos empezó a estudiar Derecho en la Universidad Central de
Venezuela, pero al año los abandonó. Jorge Luis Borges, si bien se hizo
de una amplia cultura y erudición, y dominó varias lenguas, no tuvo
estudios universitarios. Gabriel García Márquez comenzó a estudiar
Derecho sin muchas ganas, y a la final abandonó la carrera para
dedicarse al periodismo y a la literatura. Charles Dickens no tuvo
estudios universitarios. Tobías Wolff no terminó el bachillerato. Samuel
Langhorne Clemens (mejor conocido como Mark Twain) dejó sus estudios a
la temprana edad de los doce años. La gran Agatha Christie recibió
educación privada en diversos institutos, aunque no alcanzó la
universidad, pero su descomunal talento, y toda una vida dedicada a su
extensa obra, la llevaron a la cúspide de la denominada novela policial.
El guatemalteco nacido en Tegucigalpa Augusto Monterroso, fue en
esencia un autodidacta y si bien es cierto que con el correr del tiempo
se hizo de una formación filológica, su talento y su trabajo permanente
lo llevaron a ser considerado un genio del relato corto.
Ser escritor no es una improvisación en nuestro camino; ni siquiera es un hobby.
Es dar cauce a un anhelo y a una propensión internos de mirar el mundo
desde la palabra escrita, de contar la vida desde sus más pequeñas
aristas, pero sobre todo de crear dimensiones que complementen nuestra
existencia y de quienes se acercan a los libros. Ser escritor es dejar
la piel en cada página y con ella erigir nuevas realidades y derroteros
humanos. Por eso es arte; por eso requiere talento y esfuerzo.