En los años recientes se viene hablando de un proyecto de país, o nueva sociedad, para atender los delicados problemas que nos afectan y que nos han sumido en una crisis global.
Las tres palabras han servido para muchos análisis, comentarios, conferencias y debates, especialmente en los medios de comunicación pública.
La expresión también se ha usado para denominar movimientos políticos, los cuales no han delineado lo que constituye, en definitiva, esa idea o propuesta.
Como suele ocurrir, con los días, ha bajado la mención del asunto y, al no haber un debate serio todo queda en el recuerdo.
Los autores han pasado al olvido y sus ideas no tomaron cuerpo en una sociedad donde los grandes temas no cosa del interés general.
Lo cierto del caso es que, efectivamente, requerimos de un proyecto de pais nuevo, donde todos quepamos y donde todos aportemos, en la medida de nuestras posibilidades, al bien común.
Ese proyecto de país debe ser objeto de una gran discusión nacional, en la que se involucren los medios de comunicación social sin banalizar su contenido.
El proyecto debe partir de un documento de base surgido de las universidades y academias para luego entrar en la fase de discusión comunitaria, parroquial, municipal, estadal y nacional.
Los voceros del proyecto deben ser todos los miembros de los cuerpos deliberantes, en todos los niveles.
Los partidos deben sumarse para difundir, debatir y aportar nuevas ideas. No deben convertirlo en disputas innecesarias, pero si pueden asumir aspectos relevantes y, por supuesto, comprometerse a su desarrollo en un eventual gobierno donde tengan cabida.
Los venezolanos nos merecemos un mejor país, pero su proyecto no puede ser impuesto legal o forzadamente, sino fruto de un gran acuerdo de todos los factores de nuestra actual sociedad.