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Educación, la gran prioridad por Edgar Márquez C.

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Educación, la gran prioridad por Edgar Márquez C.


En los años de mi infancia, mientras cursaba la educación primaria, uno de los seres de mayor importancia y trascendencia social era la maestra de escuela. En aquellos años eran más las damas docentes que los caballeros. Aún sigue siendo así. Una maestra era forjadora de las nuevas generaciones, pero a la vez constituía la persona de mayor respeto en su barrio o urbanización, era consejera, orientadora, pertenecía a grupos sociales y, en la política, era la persona que garantizaba el cuidado de los votos en una mesa electoral.

 

Entonces, las remuneraciones eran acordes con las necesidades. Con un desempeño de aproximadamente diez años, la maestra podía tener carro y casa propia, además de alimentar y vestir a sus hijos. Graciosamente, se decía que quien lograba enamorar y casarse con una maestra se ganaba una lotería.

 

Esta introducción la hago a propósito del papel social de las educadoras, las damas, para ser precisos, pero que, trasladándonos en el tiempo, aquella realidad ha desaparecido, y los también numerosos hombres educadores, y ya en todos los niveles de la educación, ahora sufren las inclemencias de los bajos salarios y una inferior distinción social.

 

La educación dejó de ser lo importante que fue. No es lo mismo el panorama educativo de hace cincuenta años que el de ahora. Los sueldos del docente son una verdadera ofensa a la cultura y a la propia sociedad nacional.

 

Tanto que miles emigraron al sector informal de la economía, otros están fuera del país y los que resisten aprovechan la reducción del horario para desplegar los más impensados emprendimientos, pasando a competir con costureras, preparadoras de alimentos y postres, bordadoras, cuidadoras de niños, choferes de taxis, vigilantes, empleadas de cualquier actividad y un largo etcétera. Por supuesto, actividades que dignifican porque el trabajo es honra y orgullo.

 

El deterioro de la educación es global, sí. Pero es innegable que la gran necesidad social de los docentes debe ser atendida con prontitud para evitar que se profundicen los males. Estamos a tiempo de evitar más deserciones y desencantos. Porque a la par de las ausencias de maestros, ahora también hay miles de muchachos que se han alejado del sistema, en la búsqueda de trabajar para sostener a su familia.

 

Como Estado o Nación debemos poner como prioridad la educación, porque a través de ella logramos crecimiento humano, espiritual y científico, podemos asegurar la identidad de la persona humana y forjar su personalidad con vista a un futuro mejor.

 

Hoy la prioridad, dentro de un plan global, de transformación de la educación, debe ser la persona humana del docente, para luego ir a definir otras prioridades, como, por ejemplo, la planta física, ahora deteriorada, la creación de más de veinte mil escuelas que son necesarias, la atención de los contenidos y, todo, dentro del concepto de un nuevo modelo de desarrollo social y democrático, porque no es solo planta física lo requerido, sino que, fundamentalmente, requerimos afianzarnos en un nuevo modelo educativo para lanzar al país hacia los derroteros nuevos que impone el modernismo y la globalización.

 

Hago votos para que se logre escuchar a los colegas docentes y maestros. Quienes están desarrollando una lucha reivindicativa, demandan respeto y que sus salarios sean dignos. También quiero advertir que no permitan que la lucha sea desvirtuada y utilizada con fines perversos, como el de introducir los elementos de violencia, que, durante dos décadas, únicamente benefician a quienes detentan el poder.





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