“O cambiamos o nos cambian” por Luis Loaiza Rincón
El optimismo de hace unos años, gracias al cual se consideró
posible el diálogo entre los nuevos sujetos sociales del mundo, y que animó las
cumbres de Río, Copenhague y Porto Alegre, entre muchas otras, hoy se encuentra
muy disminuido.
La llamada globalización desde abajo, aquella que se pensó desde
la sociedad civil, desde las culturas, los sectores de mujeres, ambientalistas,
indígenas; sigue siendo una aspiración. En el mundo de hoy se hizo accesoria la
eliminación de la pobreza y la discriminación social y estamos muy lejos de
concretar un desarrollo humano sostenible, precisamente, cuando son más
evidentes los síntomas del agotamiento planetario.
Hasta hace unos años se pensaba que estaba despejado el
camino para aumentar las oportunidades de las grandes mayorías, siempre
excluidas, y que era cuestión de empoderar a la gente para mejorar su situación
a través de un sistema público de educación de calidad, equidad y pertinencia.
La realidad terminó siendo más compleja y si bien esos siguen siendo objetivos
centrales de una mejor sociedad, en lo fundamental hemos retrocedido.
Hasta el Banco Mundial reconoce el escandaloso crecimiento
de la pobreza extrema. Desde el 2020, la pobreza aumentó debido a las
alteraciones causadas por la crisis de la COVID-19, los efectos de los
conflictos y el cambio climático. “Entre 75 y 95 millones de personas más podrían vivir en la
pobreza extrema en 2022 en comparación con las proyecciones previas a la
COVID-19, debido a los efectos persistentes de la pandemia, la guerra en
Ucrania y el aumento de la
inflación”. En efecto, la pobreza creció y, en el 2023, no hay nada que haga
pensar que su ascenso podrá detenerse.
Está claro que en el mundo actual, la erradicación de la
pobreza y la construcción de un desarrollo humano sostenible, parece
interesarle a muy pocos.
La ONU luce impotente para impulsar la paz en el mundo, los
extremismos ganan terreno hasta en los países más avanzados y la democracia participativa
que reivindica lo público, la transparencia, la rendición de cuentas y el respeto
de la dignidad humana, se encuentra seriamente amenazada. De acuerdo con datos de V-Dem, un
instituto de monitoreo con sede en Suecia, en la actualidad, más que en ningún
otro momento del siglo pasado, hay más democracias amenazadas y algunas están
muy cerca de la autocracia. Según V-Dem, “los datos demuestran
que, al parecer, esta tendencia, que lleva más de una década, va en aumento y
está afectando tanto a las democracias bien establecidas como a las endebles”.
¿Qué hacer ante un panorama tan complejo? Los venezolanos no
tenemos otra que enfrentar nuestra cultural preferencia por la improvisación.
Son tan grandes los desafíos de la humanidad, que no podemos responder sin previsión,
sin preparación exhaustiva y sin instituciones. Tampoco podemos seguir
dependiendo del petróleo, aferrados a una cultura, básicamente rentista y
estatista, que pone en manos de otros lo que tiene que ser una responsabilidad
individual. Como dijo un esclarecido analista, “o cambiamos o nos cambian”.