Mérida, Octubre Miércoles 16, 2024, 01:18 am
Nuestra
nación vive y padece el momento más crítico y obscuro de su historia, Todos los
venezolanos se encuentran sitiados y confinados por los resultados poco
efectivos del proyecto revolucionario que persiste en imponerse sin fundamento,
ni razón alguna.
El no
reconocer el evidente fracaso del proyecto revolucionario que ofreció y
prometió bienestar y progreso a los venezolanos, fragmenta aún más lo que queda
de la familia y la sociedad, generando
consecuencias de magnitudes
impredecibles que sufrirán las
próximas generaciones.
Quienes
persiguen el poder y logran en su momento el respaldo popular, como de hecho lo
logró el difunto comandante Chávez, persiguen intereses nobles de construir y
consolidar el bienestar de sus ciudadanos, por ende, el progreso y desarrollo
de un país.
Venezuela
colapsó hace tiempo. La sociedad venezolana sufre, padece y en líneas generales
empobrece. Todos los sectores de la economía están afectados y minimizados. El
sistema financiero del estado y del sector privado perdieron sus capacidades de
financiamiento. El crédito desapareció para actividad empresarial en todos sus
niveles. Los sectores más importantes como lo son los productores del campo
están a merced de los controles del estado, sumados al desabastecimiento de
insumos, sin maquinaria ni lo necesario para su mantenimiento como repuestos y
combustibles. Menos pensar en el acceso a nuevas tecnologías y equipos, a pesar
de los cientos de anuncios de convenios con potencias como Rusia y China, que
por cierto tiene decenas de obras multimillonarias a medio construir e
inoperativas en toda Venezuela. Nuestra moneda se convirtió en un instrumento
financiero simbólico constantemente reconvertida por los procesos brutales de devaluación.
Sus políticas financieras liquidaron dos conos monetarios y llevaron al país al
sitial de los más pobres del mundo y con los índices de inflación más altos y
sostenidos, nunca antes visto, con un decrecimiento económico alarmante e
inédito.
Esta
revolución socialista sustentada por la alianza cívico militar policial, con el
injerencismo de otras naciones de corte comunista y guerreritas, llevaron al
sistema educativo, base fundamental del crecimiento y desarrollo de una nación
a su mínima expresión. Empobreció a toda la clase trabajadora y envió a la
mendicidad a los profesores desde el nivel preescolar hasta el universitario.
La desinversión millonaria del estado en esta materia, en las últimas décadas
en todas las universidades formales del país y reconocidas a nivel mundial
sirvió para darles vida a diferentes áreas profesionales a otros países, con la
migración masiva de venezolanos al exterior. La política del estado, bajo la excusa
de ampliar las oportunidades de estudio, masificó la creación de otras
instituciones para cursar carreras profesionales, que son hoy consideradas en
el país y en el exterior como profesionales de segunda y tercera categoría
El sistema de
salud es degradante. Los gremios que por años fundaron con la ayuda del estado
instituciones de servicios y beneficios para ellos, sin ninguna justificación
fueron confiscadas, para colectivizarlas, término este, que se ha convertido en
sinónimo de destrucción, desidia e inoperancia. Un sistema formal que existía
de hospitales y ambulatorios que operaban antes de la llegada de revolución han
sido abandonados, desmantelados y torpedeados por el paralelismo en manos de
extranjeros e ideólogos del control social.
El sistema judicial
fue sometido a una reforma y hoy en día es cuestionado en todas sus instancias.
El sistema penitenciario también es objeto de evaluación permanente por las
características atípicas que rigen su funcionamiento. Todas las dependencias de
las instituciones, no tienen los recursos mínimos de operatividad, sus
funcionarios son mal pagados y la selección para su estructuración se basa más
en la lealtad al proceso, como lo ellos le denominan y no por un nivel
profesional aceptable.
Las
industrias de la construcción, turismo, petrolera, aluminio, siderúrgicas y
otras que fueron bandera en este país están desmanteladas y arruinadas. El
sistema vial venezolano es una calamidad en cuanto a las condiciones de transitabilidad
con el atenuante de que hay que ser valientes para utilizarlas, en especial por
los transportistas de alimentos y otros que son matraqueados, robados,
asesinados y ultrajadas a lo largo y ancho del país.
La
infraestructura de puertos y aeropuertos no muestran su mejor cara. Los sectores
de telecomunicaciones, medios de comunicación prensa escrita y radial son
sometidos por los controles y las limitantes que el sistema exige, muchos han
cerrado, otros han quebrado y muchos operan bajo la ilegalidad.
La fuerza
armada, pilar del sistema imperante también sufre el deterioro en su
infraestructura, el recurso humano ha optado por la deserción y retiro. Igual
que los otros poderes sus componentes sufren a diario la escasez en cuanto a beneficios,
salarios y herramientas mínimas para su desempeño. Los cuarteles batallones y
destacamentos funcionan con muchas limitantes en cuanto a dotación,
alimentación y transporte. La meritocracia no es precisamente el valor
fundamental para escalar jerárquicamente en esta institución y esta calificada
como corresponsable de la situación actual de la nación.
Los
defensores de los derechos ciudadanos como la defensoría del pueblo son
instancias burocráticas que actúan espasmódicamente y se limitan en su
accionar. Cuando los reclamos van dirigidos a funcionarios o instituciones del
gobierno enmudecen, engavetan o ignoran cualquier procedimiento.
Las misiones
y grandes misiones, como aún se promocionan, igual sufren los rigores de la
corrupción. Ya son imperceptibles sus acciones y obras. Los servicios públicos
que deben atender ministerios del ramo, gobernaciones y en especial las
alcaldías e institutos, son prácticamente nulas, están sin equipos de trabajo
administrativo y de campo, sin presupuesto y con agudos problemas laborales.
Por estos y
otros grandes problemas que día a día se agravan, más de 7 millones de
venezolanos huyeron del país y continúan haciéndolo por lo que la cifra aumenta.
Es el patrimonio familiar el que ha sustentado las carencias que debe cubrir el
estado en materia de salud, educación y trabajo. La gente vende sus bienes para
sobrellevar la crisis. Todas las instituciones creadas para el control y
abastecimiento de alimentos por parte del estado desaparecieron como MERCAL, PDVAL,
Abastos Bicentenario cuyas instalaciones y parque automotor fueron una gran
inversión, para hoy estar reducidas a la entrega de un caja o bolsa de comida
denominada CLAP que es insuficiente, precaria y de muy mala calidad, en todos sus
productos, además de no tener una distribución permanente que realmente sea un
paliativo para la familia venezolana. El complemento a este ineficiente
programa lo hacen en gran parte los migrantes que envían remesas a sus
familiares sitiados y secuestrados en Venezuela.
La política
salarial en estos tiempos plantea un esclavismo por parte del estado sobre la
masa laboral. Sin que se avizoré solución alguna, verdaderamente, aceptable. La
abrupta, sostenida e incontrolable devaluación hace imposible ya, un equilibrio
en el poder adquisitivo del venezolano. Desapareció de la agenda familiar la
recreación.
Se han creado
sistemas perversos como el carnet de la patria que es un gran proyecto de
captación de información a cambio de prebendas de poca monta, como
bonificaciones y subsidios que tratan de disfrazar las carencias que tiene el
estado hacia sus ciudadanos. Los jubilados y pensionados son víctimas de
irrisorias pensiones y son privados de otros necesarios beneficios. En las
colas de todos los meses en los bancos no se diferencian de un indigente, se
ven mal vestidos, con hambre y se desvanecen en las calles por falta de alimentos
y medicamentos. No existe seguridad social.
El poder
electoral ha sido cuestionado durante los últimos 15 años. Ha sido
permanentemente controlado por figuras relevantes que han sido gobierno y con
militancia oficialista, situación que ha conllevado al desconocimiento de los
procesos electorales por los factores políticos en el país y de la comunidad
internacional. Igualmente, la estructura operativa de esa institución esta
desmantelada y con problemas graves en el ámbito laboral y de mínimo
funcionamiento.
Asombrosamente
el cuestionamiento y señalamiento hacia un sin número de funcionarios y ex
funcionarios de gobierno son referentes para el creciente fomento de los anti
valores en la sociedad venezolana. Las cifras estrafalarias confiscadas en
paraísos fiscales son indicativos del poco control y la correcta distribución de
los recursos del estado. El enriquecimiento abrupto de grupos en torno al poder
político prende las alarmas, que no dejan de sonar porque no hay justicia. La
ética y la moral se ha desvanecido en las manos de los más prominentes llamados
revolucionarios que son incluso cuestionados y otros perseguidos por los mismos
oficialistas. El sector contralor del país no ha ejercido su función y han sido
tolerante con la corrupción. Se convirtió expresamente en un instrumento de
chantaje, persecución e inhabilitación política.
En estas
líneas he nombrado algunos de los aspectos más resaltantes de la realidad que
vivimos los venezolanos y que conoce el mundo entero.
El señor Maduro
el ungido en su momento por su mentor el comandante Chávez, debe escuchar el
clamor nacional en este momento y lo dicen todas las encuestas. ” Es imperante
e impostergable un cambio de gobierno”. Muchos hemos tomado la vía electoral y
constitucional y otros han transitado otras alternativas. Maduro tiene en sus
manos otras opciones más expeditas, aunque signifiquen la pérdida del poder,
que darían paso a un proceso de renovación y transformación de la realidad que
hoy vivimos sufrimos y padecemos todos los que estamos en el país y los
millones que están en el exterior.
El Señor
Nicolás Maduro debe permitir la designación de un CNE equilibrado que llame a
unas elecciones anticipadas, con supervisión internacional que genere una
transición responsable, como un acto de reconocimiento al pueblo, que ha sido
tolerante, ha aguantado los rigores de la crisis, ha soportado la disgregación
de la familia y le ha dado tiempo suficiente a los planteamientos y promesas,
todas incumplidas. Otra alternativa seria aceptar la convocatoria de una
constituyente donde cesen todos los poderes y los sectores políticos en pugna
midan sus fortalezas y respaldos dando así una oportunidad de convivencia
plural en la reconstrucción del país y la construcción de un nuevo modelo de
desarrollo.
Y la opción
más expedita sería la dimisión o renuncia. Esta decisión trascendental daría
paso a una consulta al país bajo la constitución, sobre el modelo político
económico y social que se quiere.
El humanismo
y el amor por el pueblo siempre expresado por los revolucionarios debe emanar de
la conciencia de quienes ostentan el poder y salir del discurso, la retórica y
el engaño insostenible. La crueldad está a la orden del día. Una administración
pública en ruinas, donde se han dilapidado recursos multimillonarios, en un
país desmoralizado, canibaliza la convivencia por la supervivencia. Las
instituciones sin capacidad mínima de respuesta hacen que crezca la anarquía
cuyos niveles, en estos momentos, son inaguantables. Un proyecto político con
niveles tan altos de desaprobación y rechazo debe dar paso a una solución.
Persistir en su permanencia en el poder sin ningún norte y con un discurso
agotado y no convincente, solo traerá más tragedias a este pueblo noble que
creyó en el cambio pregonado por Hugo Chávez y que posteriormente acato su última
voluntad de que confiaran en Nicolás Maduro para darle continuidad a su
proyecto, hoy fallido.
Esta
administración, si se puede llamar así, desarrolló políticas que no funcionaron.
El país y su gobernabilidad se le ha ido de las manos al señor Maduro y su
equipo, producto de una administración disfuncional ejercida por una ideología
retrógrada que evidentemente el pueblo espera cambiar y está arrepentido de en
un momento, haberla respaldado.
Un país donde
no ha existido el equilibrio del poder está condenado al fracaso y es lo que
estamos viendo y viviendo. Venezuela se ha sustentado en medias verdades y en
la mediocridad, lo que lo hace vulnerable al chantaje y la manipulación.
Nicolás
Maduro tiene en sus manos el poder ejercer un acto reivindicatorio para dar
paso a las grandes decisiones, de carácter urgente, que restablezcan la
constitucionalidad,
institucionalidad
y normalidad de la vida de todos los venezolanos. Pretender seguir en el poder
forzadamente, con la desaprobación casi total del país, hoy engañado y
empobrecido es un acto cruel, ruin e inhumano.