Mérida, Marzo Viernes 29, 2024, 02:14 am

Inicio

Opinión



El papa Francisco en África por Jesús Rondón Nucete

Diario Frontera, Frontera Digital,  Jesús Rondón Nucete, Opinión, ,El papa Francisco en África por Jesús Rondón Nucete
El papa Francisco en África por Jesús Rondón Nucete


El 31 de enero pasado el papa Francisco, al término de su gira por la República Democrática del Congo, ofició una misa ante más de un millón de personas congregadas en Kinshasa. Desde allí envió un mensaje a todas las regiones de aquel gigantesco país, azotado por las guerras y los persistentes males del siglo pasado. La Iglesia vibrante que lo rodeaba aparece ahora ante el continente como la esperanza para calmar sus dolores: trabaja por la paz, al tiempo que ofrece aportes para la solución de los problemas, agravados por la miseria que afecta a la mayoría de la población.

África es un reclamo constante contra Occidente. Vinculada desde antiguo, se la mantuvo alejada. Cuando se descubrieron las posibilidades que ofrecía, se hizo permanente el contacto, que manchó el tráfico de esclavos (practicado desde antes por los árabes). No obstante, África ha querido fundar su futuro sobre valores y principios universales que comparte con los hombres que le causaron muchos males. Derechos humanos, democracia, sistemas económicos justos son las aspiraciones básicas de sus pueblos. Sin embargo, las potencias coloniales que se arrogaron el derecho de conducirlos a “la civilización” no los prepararon para la modernidad. No se formaron los dirigentes y cuadros que requería el aparato estatal y de servicios. Tampoco se estimuló la aparición de fuerzas activas en la sociedad civil. No se resolvieron las diferencias existentes para evitar los conflictos. Por eso, la historia de los estados independientes que surgieron ha sido turbulenta, alejada de las expectativas iniciales.

Los pueblos africanos buscan su liberación efectiva y el reconocimiento de su identidad. “Que África sea dueña de su propio destino”, exigió el papa Francisco desde Kinshasa. Con coraje denunció: “África está siendo explotada. Tras el colonialismo político ha venido el económico … África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear”. Más tarde, en Yuba, advirtió: “Solo con la paz, la estabilidad y la justicia podrá haber desarrollo y reintegración social… No puede haber futuro en los campos para desplazados”. A los mencionados habría que agregar otros males que impiden avanzar: la destrucción de las riquezas culturales, la falta de compromiso con gobiernos democráticos y eficientes y la indiferencia de los grandes del mundo. Con todo, estas no han sido décadas perdidas. Muchas experiencias son positivas. Existen nuevas fuerzas de enorme poder: entre otras, nuevas generaciones de sólida preparación y grupos religiosos de arraigo popular.

El cristianismo (mayoritario hoy al sur de Sahara) es una de las fuerzas fundamentales de África. Católicos y protestantes se reparten porcentajes similares, aunque cada grupo prevalece en regiones diferentes (reflejo de la colonización). En la antigüedad África romana dio al cristianismo teólogos destacados (incluso Padres de la Iglesia) y la figura de san Agustín, obispo de Hipona. Su centro de mayor actividad fue Alejandría, sede de uno de los Patriarcas de Oriente. También allí surgió el monaquismo, cuando los anacoretas se retiraron al desierto para llevar vida de penitencia y oración. Pancomio de Tebas los organizó en comunidad (cenobitas). Luego, aquellas formas de acercarse a Dios se difundieron en Oriente y Occidente. Las invasiones bárbaras y la conquista árabe condujeron a la casi extinción del cristianismo en la región. Los intentos de evangelización, emprendidos tras los viajes oceánicos de portugueses y españoles desde el siglo XV, no tuvieron continuidad.

A mediados del siglo XIX Europa redescubrió más allá del Sahara un mundo casi desconocido. Mientras las potencias procedían al reparto de los espacios, la Iglesia recordó el mandato de evangelizar a todas las naciones. En 1842 se creó un Vicariato en África Occidental y en 1883 otro en África Central. Los Padres Blancos y las Misioneras de Nuestra Señora (franceses) y los Padres Combonianos (italianos) comenzaron la labor entre los pueblos del continente. Les siguieron miles. Se les sumaron luego los catequistas locales. Lentamente se establecieron las estructuras eclesiales y una red de centros de atención y promoción social. Desde entonces el catolicismo, fortalecido con el sacrificio de los mártires, ha vivido un extraordinario crecimiento: un millón de fieles al iniciarse el siglo XX, 24 millones al inaugurarse el Concilio, cerca 260 millones ahora. Toda la Iglesia universal – pastores y fieles con tareas propias – ha participado en el esfuerzo.

Con visión profética – otras veces mostró poseer ese don – Paulo Vi, durante su visita a Uganda (julio-agosto de 1969), la primera al continente de un pontífice romano en los tiempos modernos, proclamó en Kampala: África es “una nueva Patria de Cristo”. La había conocido siendo Arzobispo de Milán y había comprendido el papel que desempeñaría en la apertura de la Iglesia que se avizoraba. Cuando la fe perdía fuerzas en Europa encontró impulso al sur del Sahara, en gentes que nunca antes habían oído hablar del Redentor. Aquel mensaje – de dignidad de todos los seres humanos, de igualdad y fraternidad, de trascendencia del espíritu – encontró campo fecundo entre los africanos, de alma sensible y alegre, de ánimo despierto y asimismo ansiosos de utilizar el dominio de su historia para construir sociedades más humanas. Pues ya se entendía que la evangelización y la promoción humana —desarrollo, liberación— están esencialmente vinculadas.

A comienzos de los años sesenta África era pura ebullición, como un volcán en explosión. Sus pueblos, a veces en grandes conmociones, se hacían cargo de sus destinos. Querían superar rápidamente el pasado colonial, de sumisión y esclavitud; y también las condiciones de atraso y pobreza en que vivían. No resultó tarea fácil, ni siempre pacífica. La Iglesia pudo ser instrumento orientador, factor de estabilidad, cooperador en el desarrollo. Pero, no tenía la fuerza necesaria. El empeño evangelizador había comenzado, como se dijo, tarde y ligado a la colonización europea, de la cual fue con frecuencia muy crítica. Con todo, comprometida con el pensamiento conciliar sobre el desarrollo humano integral —“de todo hombre y de todo el hombre”, especialmente de los más pobre y marginados— la Iglesia aceleró su expansión, que siguió los lineamientos fijados por Juan Pablo II (“Ecclesia in Africa”, 1995) en consulta con el Episcopado africano.

El catolicismo es una fuerza extraordinaria en África. Ya no depende del entusiasmo de misioneros europeos. Como lo señaló Paulo VI (1969), confía en sus propias fuerzas. Al sur del Sahara en 484 diócesis cuenta 50.456 sacerdotes y casi 148.000 religiosas. Hoy 19,33% de los africanos son católicos, casi la misma cifra que la suma de las denominaciones protestantes. En algunos de los países más poblados, el catolicismo es ampliamente mayoritario: Angola (54%), R.D. Congo (50%), Uganda (40%). En otros es una comunidad muy importante: Sudán del Sur (36%), Madagascar (35%), Tanzania (30%), Kenia (27%), Mozambique (25%) o Nigeria (16%). En el África Occidental su presencia, antigua, es es notable: Camerún (29%) o Costa de Marfil (25%). “Grande y santa”, obra de los africanos, recibió la atención de los últimos Papas: Juan Pablo II visitó casi todos los países subsaharianos, Benedicto XVI fue a tres y Francisco ha viajado a ocho.

Por otra parte, la Iglesia Católica es la institución no oficial que presta mayores beneficios a las comunidades. En algunos casos es la única. Lo hace a través de las estructuras (especialmente las parroquias) dependientes de la jerarquía eclesiástica, de las órdenes y congregaciones religiosas, y de oficinas especializadas (como Cáritas Internacional). Al comenzar el año 2020, tenía a su cargo 1.418 hospitales, y 5.307 dispensarios, así como miles de instituciones educativas como se muestra en el siguiente cuadro:

Infantil Primaria Secundaria  Superior  Universidad 
Institutos 19.87242.43515.407
Alumnos2.437.8858.810.2335.409.351174.565211.581

 

Es de destacar que gran parte de los costos de esos servicios se financian con colaboraciones de instituciones y personas (no necesariamente católicas) de todo el mundo que de esa forma contribuyen (con mayor rendimiento) al desarrollo de los pueblos del continente. Por supuesto, el mayor aporte lo hacen los trabajadores voluntarios de los países beneficiados.

La Iglesia está “de salida”, en “la periferia”. Lo repite el papa Francisco, desde hace varios años. Y está -o debe estar allí- no sólo por su vocación universal (enviada a todos los pueblos), sino porque su fuerza espiritual está al servicio de la humanidad. No es una comunidad política, pero predica el valor de la persona, que es obra de Dios. Por eso, privilegia a los pequeños y entre los pueblos a los que sufren. Tal es el sentido de su viaje al Congo (RD) y a Sudán del Sur, pobres y azotados por guerras olvidadas.


* Profesor Titular de la Universidad de los Andes (Venezuela)

@JesusRondonN





Contenido Relacionado