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Crónica desde el Ávila

DIEZ AÑOS NO ES NADA por Cardenal Baltazar Porras Cardozo

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DIEZ AÑOS NO ES NADA por Cardenal Baltazar Porras Cardozo


El 13 de marzo del 2013 salió la fumata blanca que anunciaba que teníamos un nuevo Papa. Primer sucesor de San Pedro venido del fin del mundo, primer latinoamericano y argentino, y para remate, primer jesuita. La sorpresa fue grande por la sencillez del nuevo obispo de Roma que pidió que rezaran por él. Comenzó un novedoso papado lleno de gestos testimoniales que desconcertaron a muchos, pero que alegraron el corazón de la inmensa mayoría de la población mundial, más allá de los límites de los bautizados en la iglesia católica.

 

La vuelta al Vaticano II marca la trayectoria de esta década, en el cambio epocal que toca también a la estructura eclesial. Renovación en continuidad, alegría esperanzada en la que la periferia se convierte en centro para tasar la trayectoria de asemejarnos más y mejor a Jesús de Nazaret. No nos queda sino ser agradecidos y hacer discernimiento del camino recorrido. No han faltado las incomprensiones provenientes de dentro y de fuera, con una pandemia y unas guerras que condicionan la vida del mundo entero. Pero, en medio, de pie y con visión clara, Jorge Mario Bergoglio, lleva el timón de la barca de Pedro.

 

Gracias, Papa Francisco, por haber desempolvado la gracia inicial del Concilio Vaticano II para asumir las alegrías y las penas, las esperanzas y los logros de un mundo que busca a Dios a tientas sin encontrarlo en el rostro sufriente de tantos hombres y mujeres que anhelan una sociedad más justa y equitativa, más cordial y fraterna, en la que los odios, las exclusiones, las guerras, den paso a la paz serena que ilumine un mejor futuro para la humanidad.

 

El ánimo sereno, la cercanía afectiva y efectiva, la exigencia de ir a lo esencial abarca todos estos años. La preocupación por la familia, los inmigrantes, los desplazados; la exigencia de transparencia y verdad; el asumir los problemas aceptando responsabilidades pero sin quedarse en la simple denuncia o el pedir perdón. Hay que ir más allá, es decir, corregir yerros y buscar el bálsamo para tantos corazones heridos por el mal infringido por otros. Una visión que encierra a las personas de hoy y de mañana, al medio ambiente, a la Amazonía como espejo para la ecología integral; a la actitud de perdón y misericordia antes que la condena. El rigor no está en la pena sino en lo hondo del corazón de donde brotan los buenos y malos pensamientos y acciones.

 

El llamado a los creyentes de estar en salida, en búsqueda del otro, en protagonismo compartido por ser bautizados sin privilegios de los unos para con los otros es el mejor regalo de este pontificado. La esperanza y la alegría, el buen humor para sobrellevar las contrariedades de la vida cotidiana; la denuncia valiente pero comprensiva, buscando en el encuentro y el diálogo el camino más auténtico para la paz, son parte de las lecciones diarias del incansable Papa Francisco.

 

A diez años de distancia, aquel rayo que presagiaba nueva luz sigue marcando un camino en medio de la oscuridad. La actitud samaritana de atención al que queda en la cuneta de la vida sin llamar la atención de los poderosos, es el llamado permanente a hacer del amor a Dios prenda segura en el amor al prójimo. En el mundo entero tocan las campanas anunciando fiesta, la de la vida plena, animada y reconfortada en el humilde servidor de todos que es hoy el Papa Francisco.

 

A los creyentes, la exigencia de una oración con las notas del Padrenuestro y con la dulzura de las plegarias a María. A los hombres y mujeres de buena voluntad el reconocimiento a la acción solidaria por el bien de la humanidad toda. Gracias, Papa Francisco, danos tu bendición y cuenta con la nuestra, a favor no en contra, como dices con esa pizca de humor que levanta los ánimos. Que el Señor te conserve para que sigas siendo timón seguro en medio de la borrasca de un mundo convulsionado que busca a tientas la armonía y la paz.

12.- 10-3-23 (3929)





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