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Crónicas de un indulto (II). María Auxiliadora Jara Rangel: El Chivo Expiatorio por Orlando Oberto Urbina

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Crónicas de un indulto (II). María Auxiliadora Jara Rangel: El Chivo Expiatorio por Orlando Oberto Urbina


bajarigua@gmail.com

 

 “La política y la justicia no nacieron hermanas.”

Carrara

 

A María Auxiliadora Jara Rangel la conocí en la época que recién salió de la cárcel. Es madre de dos colegas periodistas. Me dedicó su libro, que fue publicado por la editorial Los Heraldos Negros, y titulado Impunidad de un indulto. Fue presentado en la desaparecida librería universitaria, ubicada en la 3 en el sector el Llano. Creo, sin temor a equivocarme, que ese libro reseña una verdad con respecto al poder. Su presentación estuvo a cargo del ilustre profesor constitucionalista y ex gobernador del estado Mérida Jesús Rondón Nucete, oriundo de la población de Tovar.

En su libro, publicado por la editorial Los Heraldos Negros en 1996, María Auxiliadora Jara Rangel cuenta todo lo que aconteció en su reclusión, y cómo logró sobrevivir ante el poder, desde una Venezuela como la que señalaba su primo hermano Domingo Alberto Rangel en el prólogo del libro. En este texto, señala que en este país existe una situación en la que a los políticos los compran para que premien o favorezcan desde el poder, sin recato, a determinados intereses. Hay una subasta de varones y de hembras que gozan de influencia en el aparato de los partidos para que ellos, exaltados a la función pública, compensen aquel desembolso con un servicio susceptible de traducirse en dinero. “Do Ut des”, doy para que des, el socorrido contrato del Derecho Romano, es la norma que rige las relaciones entre los postulantes del mundo mercantil y los políticos con ganas de salir en licitación.

En aquella época como ahora, nada ha cambiado tanto como la corrupción desde el poder más alto: sólo cambiaron unos personajes por otros, pero las mañas y costumbres siguen siendo las mismas, vivimos tiempos de una sociedad líquida, como la denomina en su libro Étienne Balibar, ya que vivimos en una era de ignominia y sojuzgamiento, de marcado despotismo y negación absoluta de los derechos ciudadanos al que piense distinto. Cuando la ignorancia agresiva se impone por sobre el conocimiento y los méritos, y cada vez que la mediocridad estúpida marca la pauta, el tiempo es un reloj y la historia va retratando el devenir de quienes dicen que hay que acabar con la administración corrupta de funcionarios que establecieron un modus operandi, y que después resuelven su vida aquí o en el Norte.

María Auxiliadora Jara Rangel fue el chivo expiatorio de una sociedad desestructurada, con unas instituciones que no funcionan, porque están presas del sectarismo y la corrupción. La primera acción de aquel presidente (E) Ramón J. Velásquez fue destituir a su secretaria privada. Él llegó a acusarla de ser la responsable de entregarle al presidente el decreto para que lo firmara, pero dicho decreto provenía de la consultoría jurídica de la presidencia de la república, porque creía que estaba basado en la legalidad y quien dirigía esa consultoría jurídica era nada más que el hijo de Ramón J. Velázquez. Desde ese ángulo, algunos comenzaron a señalar en varios medios de comunicación social, como el fiscal general de la república Ramón Escobar Salom, que ese decreto fue hecho por una mano peluda y con las uñas bien pintadas.

Volviendo a la crónica, y para que la historia no olvide todos los hechos de personajes como el indulto a Larry Tovar Acuña –quien, por cierto, logró sacar otro título universitario, y ahora era un versado en leyes por la Universidad de los Llanos, en convenio con algunas cárceles del país a través del Ministerio de Educación Universitaria-. Ramón J. Velásquez había rechazado el pedido de manera tajante de la decisión de una jueza de pedirle a un tribunal especial que decidiera investigar o no la conducta del ex presidente, en lo que manifestó en aquella ocasión. “Mi vida no tiene escondites ni clósets”, dijo Velásquez, y defendió su integridad moral.

Sin embargo, María Auxiliadora Jara de Tarazona, la secretaria privada de Miraflores, puso en tela de juicio las palabras del ex mandatario, al saber que la jueza 15 penal, Blanca Romero de castillo, la condenó a dos años de cárcel por tráfico de influencias. Así lo público el periódico El Tiempo de Bogotá (21/01/1995). No es la primera vez que Jara declara que Ramón J. Velásquez, sí leyó el decreto, pero sí es la primera en que lo dice bajo juramento, y la primera en que acusa al ex mandatario de perjurio (mentir bajo juramento).

María Auxiliadora Jara afirmó: “puedo jurar que el presidente leyó”, dijo Tarazona a los periodistas. “El sí leyó, y está mintiendo; él sabe por qué está mintiendo… por qué lo hace, no lo sé, pero sí sé que, ante el tribunal, bajo fe de juramento, mintió”. Todo el escándalo de aquel tiempo que han puesto a las instituciones en jaque, no parece detenerse de escándalo en escandalo: el país parece vivir en una sociedad del espectáculo, y al revisar que la prensa que hizo reseña de aquellos casos, como el indulto a un personaje que había sido sentenciado preliminar de 13 años por diversos delitos en Venezuela y Estados Unidos relacionados con el comercio de narcóticos, en la que se le concedió una irregular boleta de excarcelación que fue remitida por vía fax a las instalaciones penitenciarias, la cual contenía un número de cédula de identidad que ni siquiera correspondía al procesado.

Pero a la vez se publica en la gaceta oficial, publicación que fue decidida por el ministro de la secretaría, sin la debida firma del Ministro de Justicia que debía refrendar dicho acto presidencial. El prisionero fue sacado de prisión, al parecer ya estaba preavisado, sin que la jueza que le seguía el juicio hubiese rubricado la necesaria boleta de excarcelación. María Auxiliadora Jara era una secretaria que, al juzgar por su impecable y larga trayectoria en asuntos ministeriales, era una persona eficiente y confiable en el cargo.

Tenía más de treinta años laborando en Miraflores, había sido secretaria de Carlos Andrés Pérez cuando se desempeñaba como Ministro de Relaciones Interiores. Más tarde, fue asistente de Betancourt, Raúl Leoni y nuevamente de Carlos Andrés Pérez. Estuvo en Miraflores con Lusinchi, de donde fue despedida por Blanca Ibáñez, para después retornar al palacio donde la encontró el presidente provisional Ramón J. Velásquez, quien la designa su secretaria privada. “Era toda una institución en Miraflores”. Hay que recordar que Ramón J. Velásquez fue escogido por Alfaro Ucero e Hilarión Cardozo, el primero Secretario General de Acción Democrática, y el segundo presidente del partido COPEI, los cuales lo propondrían en mutuo acuerdo para cubrir la vacante de CAP, quien fue destituido del cargo al comenzar el proceso de enjuiciamiento en mayo de 1993.

 La Revista Semana publicaba en un titular: “La mano peluda, el escándalo en Venezuela por el indulto a un narcotraficante alcanza las más altas esferas del gobierno”. Dicho escándalo comenzó el lunes 25, cuando en el sector judicial de Venezuela, un rumor hablaba del desatino del presidente Ramón J. Velázquez, quien indultaba a Larry Tovar Acuña, ingeniero Industrial egresado de la UCV de 33 años de edad, considerado “El capo más importante en Venezuela…” y supuestamente contacto del “mexicano” para llevar cocaína colombiana a Europa mediante la “Conexión Euroamericana”. Tovar Acuña fue puesto en libertad aquel martes en la tarde. En la puerta lo esperaban sus padres, y el abogado y juez provisional Juan Francisco Merchán Mujica. Se marcharon a toda velocidad en un porsche de color rojo directo al aeropuerto de Maiquetía, donde abordó un vuelo a San Antonio del Táchira.

Pero, antes de embarcarse en el vuelo, se tropezó con uno de los jueces que lo investigó. “Ustedes esperaban que me fugara, pero salí por la puerta grande”. Le restregó en cara al juez mientras le mostraba la Gaceta Oficial. Al parecer, cruzó la frontera en Cúcuta, y viajó al interior de Colombia, donde poseía propiedades y además protección. El caso pasó a la voz de la calle claramente por la expresión del Fiscal General de la República, y por aquella expresión de apoyo al presidente, aupando a la responsabilidad de “una mano peluda”.

Este caso encierra muchas incógnitas; incluso, una famosa periodista se involucró en este caso, la cual fue amante de Larry Tovar Acuña. Sus visitas eran permanentes a la cárcel. El semanario Sexto Poder señalaba que ella fue la que comenzó a amenazar a Ramón J. Velásquez de no dársele el indulto a Larry Tovar Acuña: de lo contrario sería destituido por medio de la prensa. Ahora bien: ¿que sabía esta periodista?

Esta historia buscó un chivo expiatorio que, aun siendo militante de Acción Democrática, no tenía padrinos con peso dentro de lo que -por un largo tiempo- se llamó el partido del pueblo. Esta es una historia de sórdidos acuerdos, tenebrosas complicidades y descaradas complacencias en donde hubo una víctima inocente: María Auxiliadora Jara Rangel, quien resultó ser la única culpable del inexcusable error presidencial.

Su abogado Omar Arenas Cándelo finalizó diciendo: “resultaba para mi más importante referirme a María Auxiliadora, y no a los intrincados recovecos de una justicia pervertida, que ha sucumbido ante el apremio utilitario de las posiciones más comprometidas, de una justicia que se ha convertido en la más onerosa maquinaria al servicio de mezquinos intereses. De una justicia severa e implacable para juzgar al débil, pero acomodaticia y complaciente para juzgar al poderoso; por esta razón, en esta perspectiva, prefiero refugiarme en el decoro del silencio como expresión cálida de severa dignidad…”





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