Mérida, Diciembre Viernes 08, 2023, 02:36 pm
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
SAN CRISTÓBAL (Enviado Especial).- Era
el cartel esperado por todos los que vinimos a ver la feria, y de verdad que la
expectativa era mayor. El ver casi tres cuartos de aforo cubiertos, en tarde
tan idónea para fiesta brava en Pueblo Nuevo, sin duda era un marco
incomparable. Pero una cosa dispone el hombre y otra el toro casi lo
descompone, pues así se puede catalogar el dispar comportamiento y fuerzas tan
limitadas de los toros que desde La Porquera, el ganadero Hugo Alberto Molina
se trajo para la corrida de ayer.
De entrada, repito, la corrida
estuvo condicionada en su mayoría por las escasas fuerzas de los mencionados
astados. A ello tuvo que sobreponerse el par de coletas que hicieron el
paseíllo en mano a mano, ambos con las claras intenciones en ningún momento de
dejarse ganar protagonismo, haciendo gala de sus recursos. De Justo con su
parco y pulcro toreo, Colombo con la explosividad de sus deseos y ansias de
triunfo.
El primero de la función
correspondería al espada debutante Emilio de Justo, quien obraría en mantener
en pie las endebles embestidas del noble «Ranchero».
Picado en su mínima expresión, De Justo supo tocar la tecla del temple, el
reposo y las distancias para aprovechar en su plenitud la bondad en las telas del
animal. Mejores cotas de lucimiento se le vieron por naturales, donde la
perseverancia y paciencia fueron las condiciones para sacar partido a tan
limitado género bovino. El espadazo tendido y trasero fue suficiente para el
corte generoso de la primera oreja de la tarde.
Mayores dimensiones se le vieron
ante el tercero, animal un poco más proclive en el recorrido y de mayores
condiciones, las mismas que en la muleta supo aprovechar y potenciar un
rebosado en torería De Justo para quien el toreo por la diestra tuvo ribetes de
torería añeja, siempre colocado en el sitio y terrenos a favor del astado. Por
la izquierda de la misma manera rayaría a un nivel cumbre el torero extremeño,
a tal punto de ser este uno de los momentos de mayor interés artístico de la
tarde. La pena que el espadazo entero y desprendido en parte emborronara tal
obra, para cortar una oreja, igualmente de las de mayor valía de la jornada.
Otro panorama fue el que se
encontró ante el que se cerró su lote, donde la media verónica con la que
remató recibo de capa (digna de cartel) así como las vanas intenciones de lucir
un toro tan a contraestilo que por más que lo intento por ambos pitones poco lo
logró, sería lo más destacado y logrado.. La fortuna fue el medio espadazo en
buen sitio que fue suficiente para mandar a las mulillas dicho mulo.
Por su parte el compromiso y
responsabilidad de la tarde tal vez le haya pesado al diestro local Jesús
Enrique Colombo, ante lo acelerado de su proceder a lo largo de la tarde. Ante
el segundo de la función, el cumplimiento de banderillas no fue lo esperado,
tercio desigual, donde el mejor fue el primero de ellos. Ya en la muleta, las
ganas y deseos de agradar desde el primer momento hicieron de su trasteo
eléctrico y bullanguero, más a la galería que para lo que en realidad requería
el animal. Pero como el público presente estaba a favor del torero, bastó el
certero espadazo en lo alto fulminante, para cortar una oreja.
Intranscendente pasó ante el
jabonero que pechó en cuarto lugar, otro animal que tampoco se prestó a mucho
lucimiento y donde en banderillas nuevamente se le vería errático al joven
coleta taribense. Con la muleta no pudo descifrarle Jesús Enrique las
distancias ni terrenos a un toro que de la misma manera poco se prestó a
mayores florituras que incluso hizo que el torero se tirara a matarle sin la
muleta, dejándole una estocada desprendida y delantera para ser silenciado.
Y en el que cerró función, presionado
por cómo iba la tarde, nuevamente a Colombo se le observó un poco más acelerado
en su proceder a lo normal, queriendo hacer todo sin la parsimonia que requería
«Taribero». De verdad tarde
desconcertante, donde primó más el toreo a la galería que el toreo fundamental.
El espadazo fulminante sería razón para que el palco presidencial otorgara una
oreja, con fuerte petición de la segunda, ante el fervor desatado de sus
partidarios en los tendidos.
Culminaba así con la salida en
hombros de ambos espadas de un mano a mano, donde cada quien con sus armas veló
sus mejores cualidades y donde los contrastes marcaron el criterio de quienes
salimos de la plaza con un dejo de frustración por no del todo haber propiciado
mayores opciones la materia prima en esto, que es el toro…
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros Monumental
“Hugo Domingo Molina” de San Cristóbal.
Sábado 29 de enero de 2022.
III corrida de la LVII Feria de San Sebastián.
Con poco más de tres
cuartos de plaza (aproximadamente 9 mil personas) en tarde calurosa, soleada y
ventosa, se han lidiado toros de RANCHO GRANDE (1º y 6º) y EL PRADO (2º, 3º, 4º
Y 5º) propiedad de los Herederos de Hugo Domingo Molina, discretos de presentación,
limitados de fuerzas y a menos en la muleta en su conjunto.
Pesos: 460, 440, 433, 435,
440 y 440 kilos.
EMILIO DE JUSTO (Sangre de
toro y oro con cabos y remates blanco) Oreja, oreja y palmas.
JESÚS ENRIQUE COLOMBO (Azul
marino y oro con remates y cabos blancos) Oreja, silencio y oreja
INCIDENCIAS: Destacaron en banderillas José Linares “El Yoni” y en la brega Carlos
Pizzuto. *** Excelente desempeño del puntillero Eliecer Paredes nuevamente al
igual que lo ha hecho en toda la feria. *** Los toros lucieron divisa negra en
señal de luto por ser el primer encierro que se lidia en ausencia de quien fue
su propietario, Hugo Domingo Molina.