Mérida, Noviembre Miércoles 29, 2023, 08:25 am
Que Florentino no acuda al Camp Nou tiene que ver con la irrealidad en la que vive el barcelonismo, cuando él más que el propio Laporta, y por supuesto con más cerebro, está intentando ayudar al Barça a superar los efectos devastadores de su quiebra técnica y su improvisación constante. Que el Madrid no haya tenido más remedio que personarse -por no parecer idiota- en el caso Negreira no significa que la afición azulgrana tenga que activar su frustración, y su habitual falta de inteligencia, contra el que sin duda es su principal aliado para que el club resista y un Barça-Madrid continúe siendo el mejor espectáculo del mundo, y el dé más audiencia, y el que más beneficios genere.
El partido empezó con constantes locales, presionando al Madrid en la salida del balón, pero la primera la tuvo el Madrid, es decir, Vinicius, y Araujo salvó lo que parecía imposible que no se convirtiera en el primer gol de la noche. Constantes barcelonistas, sí, pero amenaza blanca. Nada nuevo. Cuando el Barça atacaba, quedaba desguarnecida la banda de Balde, y Marcos Alonso, ese fichaje que tenemos que agradecer a la empresa del hijo de Laporta, no es un gran corrector. Ter Stegen, impecable en la anticipación, activando el juego de su equipo. El Madrid resistía pero sin sufrir. Xavi, muy nervioso, lo protestaba todo y vio una amarilla que le tendría que hacer reflexionar.
El Madrid jugaba como si la noche, la Copa y el Barcelona, no le importaran demasiado. Especulaba, sin esforzarse. Arañaba lo que podía, pero sin desgañitarse. Otro elemento de irrealidad en la vida pública catalana es que la masa saludó el minuto 10 con gritos de «Messi, Messi», que supongo que Florentino escuchó por la tele en su casa, con la correspondiente carcajada. Poco a poco el partido se fue apagando y cesaron las descargas eléctricas de los primeros minutos. La parsimonia del Madrid contrastaba con la intensidad local, pero la esterilidad del ataque de Xavi era tan desesperante como emergentes eran los pocos pero letales ataques del Madrid. Merece la pena insistir en la eficacia de Ter Stegen como portero/central. Gavi, tan apasionado como inocente, vio la amarilla por caer en una burda -pero efectiva, al fin y al cabo- provocación de Vinicius.
Se ensució el partido, se enredó, Gavi con una amarilla a la media hora no era una buena noticia para su equipo. Vinicius jugaba con fuego, exagerando y protestando todo, y tanto él como Gavi estaban bajo la atenta mirada de Martínez Munuera, un poco doña estricta para partidos de esta naturaleza. También es verdad que no era una noche fácil de pitar. Al Barça le faltaba superioridad en la profundidad, en el desequilibrio. Al Madrid le faltaban ganas, continuidad en el juego, control del partido. La grada entusiasmada.
Kroos sufría, perdía los duelos. El Madrid no sabía qué hacer con el balón en los ataques largos y en los dos equipos las defensas se imponían a los ataques. El Barça era ineficaz, el Madrid estaba atascado. Y al final de la primera parte pasó lo de siempre: que el Barça falló un gol trabajado, y cantado -tremenda parada de Courtois-, fue débil para cerrar un contraataque, y el Madrid marcó a continuación casi sin querer. El Madrid tiene con el gol esa facilidad que yo siempre envidié -y nunca tuve- con las chicas
Y el idilio se alargó en la reanudación. Modric le ganó la posesión a Sergi Roberto y Benzema marcó desde la frontal del área y sin oposición, de un disparo muy ajustado. Sería excesivo decir que el Madrid se interesó en el partido, y el Barça empezó a intentarlo y a intentarlo, de ese modo desesperante en que este equipo -y este club- suele llamar a las puertas del Cielo sin haber aún aprendido que San Pedro es del Madrid incluso cuando el Madrid juega sin fe.
El Madrid marcó el tercero, el Barcelona se descompuso, y llegaron minutos de monólogo blanco, ataques verticales, ocasiones clarísimas desaprovechadas. Incluso con un punto de desgana, la superioridad visitante fue abrumadora, y parecía un milagro que el marcador no se moviera, como si Dios por piedad hubiera cambiado por unos instantes de bando. Las soluciones de Xavi fueron Eric García y Ferran Torres -esos dos grandes regalos que nos hizo Guardiola-, lo que francamente era darle mucho más trabajo a Dios del que incluso Él puede asumir ni que sea desde la más buena voluntad.
El Madrid no «hizo» gran cosa para el 0-3, pero lo «fue» todo. En las grandes finales, y lo de anoche fue una final disimulada, una Pasión adelantada al miércoles, lo que importa es lo que eres, y cómo lo eres, y en eso el Madrid no tiene rival ni en España ni en Europa. Mientras la afición del Barça odia a Florentino, que es quien más ayuda al club a no ahogarse en su propio caos, y grita «Messi, Messi» en el minuto 10, dando la lástima que sólo dan los enfermitos diagnosticados, el Madrid resolvió su primera final del año sin despeinarse, como si todo el equipo se hubiera quedado en Madrid, viendo el partido con Florentino en su casa. ABC