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FERIA DE ABRIL / SEXTO FESTEJO DE ABONO

Victorino le devuelve la categoría a la Maestranza y el crédito a los toreros con una corrida histórica

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Tarde de emociones la que han propiciado los bravos toros de la A coronada, destacando la faena realizada por Escribano a «Patatero». Foto: @maestranzapages


Lidia una completa corrida que pasará a la historia por su emoción y calidad frente a tres matadores que la potenciaron y recuperaron oxígeno artístico

JESÚS BAYORT

@JesusBAYORT

Diario ABC de Sevilla

SEVILLA.- Eran las nueve de la noche y aún estaba Manuel Escribano dando la vuelta al ruedo tras lidiar al quinto de la tarde más larga en lo que llevamos de feria. Sin sobreros, sin tedio; en tensión, desgañitados por la emoción. A mediodía anunciaban los apocalípticos tuiteros una «impresentable» y «vergonzante» corrida de Victorino Martín, que resultó ser la más sevillana en su presentación. Y no sólo eso, sino que a todas luces se llevará todos los premios por su conjunto y pasará a la historia como una de las más intensas y emocionantes que se recuerdan en la historia reciente de esta plaza. Un día después de la controversia generada en torno a la Puerta del Príncipe de Roca Rey llegaban los toros de la 'A' coronada para devolverle la categoría a la Maestranza y el crédito a tres toreros que llegaban en cuestión: Manuel Jesús 'El Cid', al que muchos intuían un sombrío retorno; Manuel Escribano, en declive profesional; y Emilio de Justo, en un discutible arranque de temporada. Y los tres terminaron saliendo catapultados. Como el ganadero, que debió abandonar a hombros la Plaza de Toros de Sevilla.

Devolvía Manuel Jesús 'El Cid' la ovación inicialmente recibida brindando en los medios la faena de Corretón, que parecía escogido para una reparación de esta índole. Altito, tocadito, sin remate, sin celo, aunque con mucha nobleza y cierta clase. La primera serie fue una reminiscencia del pasado, de aquella zurda de Salteras que encandiló al toreo. Ahora, menos ágil, más encorsetada, pero con los mismos mimbres: suavidad, largura y profundidad. Embarcaba el viejo maestro a Corretón desde el hocico, tirando de él muy en su línea. Y Sevilla se lo cantaba, loca por haberse reencontrado con un torero al que tanto quiso. Que sigue casi igual en su figura, aunque con canas en su poblada cabellera. Menos humillaba Corretón por el pitón derecho, por donde probaba y pedía toques secos. Estaba cómodo el maestro, que renunciaba a ir por la espada mientras sonara la Banda Tejera y Sevilla le volvía a gritar «¡ole!». Que hacía años que no lo escuchaba, incluso estando en activo. Estaba feliz, ajeno a todo. Con una estocada menos defectuosa hubiera sido de premio. Aun así asomaron pañuelos de quienes recordaban el gran torero que fue. Saboreó la vuelta al ruedo

La épica de Escribano

La primera obra de Manuel Escribano fue un dictado pormenorizado del magisterio del toreo, de cómo lidiar a las mil maravillas a Portero, que parecía una vaca vieja en su salida. Por tipo y por comportamiento: sin poder, sin salirse de los vuelos del capotes; alto, aunque recto de lomo, con cuello y fino en su expresión. Pero le faltaba fuelle para transmitir la verdadera complicación que tenía. Que en las manos de Escribano parecía incluso suave. Ya en la primera tanda se oyó un murmullo cuando el albaserrada se empezó a revolver. Se impresionaban los tendidos por la brusquedad del gañafón, sin comprender el resto de dificultades. Que eran muchas. Le daba tiempo el de Gerena, sin tocarlo, tratando de 'expulsarlo' en su línea natural. Aunque la línea que Portero quería era en forma de circunferencia, hacia los tobillos. Por el izquierdo no pasaba. Y ahí seguía Escribano, clavado, magistral en tiempos, distancias y toques. El público crecía en la sugestión, más por la épica que por la maestría con la que estaba lidiando. Tan exacto en todo. Y seguía oliendo la puñalada, que se anunciaba inminente. Hasta que recurrió a la maña: ganando el tranco, atacando con la voz, con el pico. Todo al pitón contrario. La faena tuvo todo el mérito del mundo. Menos en la estocada, cuando se encogió Portero y Escribano se encontró los bajos traseros.

La emoción de la corrida de Victorino Martín continuaba con Filigrana, el tercero, agradable por delante y serio en su tipo, al que le terminó cortando una oreja Emilio de Justo tras reencontrarse con su mejor versión, que parecía difuminada durante este arranque de temporada. Se gustó en el recibo, muy clásico, sacando los brazos en lances genuflexos. Se quedaba corto el de Victorino, lo aprovechaba para encarrilar los siguientes lances el extremeño. Rápidamente conectaban los tendidos con su lidia, como cuando lo llevó al caballo con el capote a ras, tirando del cardenito con los codos remangados. Este público, tan respetuoso, ¿dónde estaba ayer? No se descompuso el torero cuando su cuadrilla casi se lo echa en lo alto antes de brindar, enfrontilándose de momento con Filigrana, muy encajado, acariciando como el que mece una nana. Con los vuelos, con la sutileza del toque, con la alegría de su voz. Buscaba tan adelante que sólo daba la opción de tomarla. Y Filigrana la tomaba, con ritmo, con más emoción que sus hermanos. Por momentos hasta parecía tener clase. Lo iba entendiendo hasta descubrir el momento de desmayarse, encajado en los riñones, con el mentón fusionado con sus entrañas, estirando menos el cuello. Se distraía el animal con una banderilla caída. Y sabía esperar el matador para sacarle la muleta en el momento preciso. Con mucha caricia. Por el lado derecho era más descompuesto. Extraordinaria ejecución con la espada, con un toque fuerte, esperando a que humillara. Cayó algo baja. 

El mejor Cid

Toda la guasa inicial que traía en los capotes Mecatero, el cuarto de la tarde, muy fino en sus hechuras, se transformó en clase y profundidad en el último tercio, con un Manuel Jesús 'El Cid' pletórico, toreando al natural con el mismo prodigio que en su etapa gloriosa. Mejorando lo del primero. Lo había pasado mal con el capote, sintiéndolo por sus zapatillas, sin facultades para irse, hasta que Javier Ambel saltó y le ordenó sus embestidas en una brega extraordinaria. Había preocupación en los tendidos, intuyendo que el de Salteras lo iba a pasar mal con la muleta, ignorando que iba a torear como nunca: con la profundidad de sus mejores años, sumándole el poso de la vejez torera. Tiraba del animal con esa zurda escogida, sin adelantarla. Cuando el animal quisiera, como el animal quisiera. Cuanto más abajo lo llevase y más le obligase, mejor embestía. Un toro de bandera, al que no terminó El Cid de encontrarle el punto por la derecha. Le agarraba el pitón con la fuerza de quien ansiaba este regreso, que jamás hubiese imaginado tan glorioso final. Con naturales de ensueño, con cadencia prodigiosa, con muñecazos milimétricos. La estocada fue de libro.

¿Cuándo va a terminar este delirio? Nos preguntábamos unos a otros antes de saltar el quinto, que sublimó todo lo anterior. Patatero embistió al ralentí. Difícil de recordar unas embestidas más templadas y vibrantes que las suyas, potenciadas por un Manuel Escribano en plenitud que volvió a plantearle con acierto su faena, sin toques, tirando de él, consintiendo las probaturas y coladas. Hasta que le tomó el pulso por el pitón derecho, en series in crescendo que terminaron poniendo en pie a toda la plaza, que se desgañitaba mientras Escribano se desgañitaba el alma, con el compás muy abierto, encajado, profundo. Una faena cimentada en el compromiso, el mismo que demostraron sus compañeros. La estocada entró como un misil. Premiaba José Luque Teruel con la vuelta al ruedo a Patatero, que era un premio al conjunto de la corrida.

 Pero aún más acertado estuvo Luque Teruel cuando mantuvo en el ruedo a Milanés, el sexto, al que protestaron por una supuesta falta de fuerzas que finalmente se evidenciaría que no era tal. Terminar esta corrida con un sobrero de Núñez del Cuvillo hubiese sido un manchurrón sobre este capítulo histórico de la Maestranza, como mancharía finalmente Emilio de Justo su arrojo y compromiso ante el animal más exigente y duro del encierro al no refrendar con la espada todo lo meritorio que había hecho. Que también fue la leche, por la emoción del toro, por el pundonor del torero, con la música, una vez más, sonando.

FICHA DEL FESTEJO

 

Toros de VICTORINO MARTÍN, bien presentados salvo 4° y 6°. De buen juego en general. Bravísimo el 5°, de nombre «Patatero», premiado con la vuelta al ruedo.

MANUEL JESUS “EL CID”: (vuelta al ruedo y oreja).

MANUEL ESCRIBANO: (ovación con saludos y dos orejas tras aviso).

EMILIO DE JUSTO: (oreja y ovación con saludos).

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. 6ª de abono. Casi lleno.





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