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“Bodas de oro matrimoniales” por Padre Edduar Molina Escalona

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“Bodas de oro matrimoniales” por Padre Edduar Molina Escalona


Fue un 22 de septiembre de 1972, en pleno centenario de Canaguá, cuando mis padres Joel Ramón Molina Mora y Elisa del Carmen Escalona Belandria pronunciaron un "sí" para siempre que hoy arriba a su medio siglo.

 

La boda, por voluntad de la novia, se celebró en la sultana ciudad del Mocotíes: Tovar, en su majestuoso templo de Nuestra Señora de Regla, presidida por el inolvidable sacerdote Juan Eduardo Ramírez Roa, acompañados por los padrinos, hoy en el cielo, mis amados tíos José Escalona y Eliodigna Mora.

 

A lo largo de cinco décadas la semilla sembrada ha dado abundante fruto gracias al cultivo del amor incondicional, la fidelidad y el compromiso, los grandes valores de la humildad, el perdón y la generosidad, los valiosos ejemplos de estar siempre el uno para el otro y a torrentes para nosotros sus hijos.

 

Hoy después de un arduo caminar los vemos convertidos en un frondoso árbol en el que todos nosotros sus hijos y nietos venimos a cobijarnos y a probar de los frutos de sus enseñanzas y sabias lecciones de vida.

 

Valió la pena creer en el amor que todo lo puede, todo lo espera, todo lo confía y todo lo hace nuevo, es la primera lección que nos dejan.

 

La fe es sin duda el valor más importante en este proyecto de vida. Sin saber lo que la Providencia les tenía preparado, ustedes se abandonaron en las manos del que todo lo puede y con la confianza puesta en las manos del Señor han podido superar obstáculos y dificultades. Gracias mis viejos por enseñarnos que "familia que reza unida, permanece unida". Desde niño nos enseñaron el valor de participar en familia cada domingo en la Eucaristía, la oración del Rosario, el dar gracias a Dios, tantos detalles para mantener esa comunión con el Padre Bueno.

 

La perseverancia es otra de las grandes lecciones que nos enseñaron, vivir cada día con plenitud, haciendo lo que debemos hacer con toda la pasión y entrega. Mamá, desde sus aulas de clase, como maestra rural siempre entregada a las comunidades que le tocó servir; y papá, como el pulpero del pueblo por más de veinte años con tanta caridad y solidaridad para con todos.

 

Quiero hoy resaltar un detalle muy importante en sus vidas de esposos: Trabajar en equipo, en mi recuerdo de niño no se olvida la solidaridad de papá con mamá para acompañarnos en la Cuesta de Guaimaral o en Mucurandá en la ardua tarea de enseñar, cuando el desánimo tocaba la puerta de la maestra y nunca faltó la palabra de aliento y el impulso de papá para seguir adelante. Que detalle tan grande servir de pilar a quien se ama.

 

Otro elemento importante de la relación de mis padres ha sido el lenguaje de los silencios. La vida les ha enseñado que para evitar un conflicto la mejor arma es “saber callar”, saber que muchas veces el silencio vale más que faltar a la caridad con palabras hirientes. Gracias por hacer como la Virgen María "guardar todo en el corazón". Gracias Por saberse decir tantas cosas con solo una mirada. Ojalá los nuevos esposos aprendan el lenguaje de los silencios en sus vidas matrimoniales.

 

El día de la boda se dijeron la promesa de estar el uno para el otro “en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las tristezas". Hoy al llegar sus bodas de oro, damos gracias por no dejar de vivir esta fidelidad, siendo el buen samaritano el uno para el otro cuando la prueba de la enfermedad nos ha visitado. Además de alegría y consuelo los caminos oscuros y pantanosos que nos ha tocado atravesar como familia, en ellos hemos encontrado manos abiertas y corazones dispuestos. En mis dificultades como sacerdote ellos siempre han sido la luz de mi camino y el consejo oportuno.

 

Y un último detalle son los dos sellos que desde niños nos han marcado a todos sus hijos: la honestidad y la responsabilidad.  En la casa no se podía llegar con el juguete del vecino ni mucho menos quedar mal con las tareas asignadas. Pequeñas cosas que forman al buen ciudadano. La escuela de valores ha sido permanente, enseñarnos a amar el trabajo y nunca decir que no somos capaces o que no se puede, siempre de la mano del que todo lo puede.

 

Rodeados por el afecto y la cercanía de toda la familia hemos celebrado con gratitud este oro de fe y perseverancia. Finalizo con palabras del grande San Juan Pablo II:

 

“La familia es una experiencia de camino, una aventura rica en sorpresas, pero abierta sobre todo a la gran sorpresa de Dios que viene siempre de modo nuevo a nuestra vida”.

 

Que la Madre del Carmen los bendiga y le den 50 dones de salud y alegría a todos los santos matrimonios del mundo.

 

Mérida, 25 de septiembre de 2022





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