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FERIA DE SAN ISIDRO – DECIMOQUINTO FESTEJO DE ABONO

Entrega de Perera, firmeza de Talavante, sin suerte Ginés Marín

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Terna de matadores extremeños. La corrida de más peso de la feria, de pobre juego en general. Con el lote más propicio, apuntes menores de Talavante. Carácter de Perera

BARQUERITO

Especial para VUELTA AL RUEDO

 

PERERA HIZO fácil lo difícil con un primero cinqueño y gigantesco de Cuvillo que se desinfló después de sangrado y se jugó bajo un aguacero devenido en tromba de agua. Ni el volumen del toro, ni su manera de emplearse rebrincado y perezosamente, ni el inclemente chaparrón, ni los charcos, ni las palmas de tango ni los gritos impertinentes, ni un pequeño coro de reventadores: nada pareció importar a Perera, que se puso a torear como si tal cosa. El trato del toro fue de tanta autoridad como suavidad, y esa fue la clave de la aparente facilidad. Se había recibido con miaus de rechifla al toro. Un gato de 600 kilos. Sacarle pases templados fue un pequeño milagro. No se tuvo apenas en cuenta.

Después de arrastrado ese toro monumental asomó un segundo de Cuvillo que parecía su hermano pequeño. El único cuatreño de la corrida. De repente aclaró, se cerraron los paraguas, escampó y salió Talavante, recibido con runrún a favor de obra. Jaleado un recibo de verónicas de corto vuelo, apenas abierto el compás y aplaudido incluso el paseo ceremonioso desde el burladero de capotes hasta los terrenos de sol donde se faena en tardes de viento. Casi a plomo las banderas, pero el piso de sombra estaba pesado y salpicado de charcos. La gracia de un toro tan dócil como inocente que quiso bien pero cada vez menos y una faena muy del sello Talavante. Apertura con luminosos fuegos -estatuarios cosidos con el cambiado por la espalda, la trincherilla, el natural y el de pecho-, dos tandas en redondo bien enroscadas y el pinchazo al ponerse Talavante por la mano izquierda, que es más suya que la otra. En línea el trazo, se paró el toro y se vino abajo el invento. Unas manoletinas de propina. Dos pinchazos, el primero soltando el engaño, un descabello.

Era el día de Extremadura. Los tres de terna, porque a Ginés Marín, nacido en Jerez de la Frontera, se le tiene por torero de Olivenza, donde se hizo y crio. Los tres toros del hierro de Victoriano del Río se abrieron en lotes distintos. El de Toros de Cortés fue tercero de sorteo. Colorado, rechoncho, corto de manos, pimpante trotecito, nervio vivo. Suelto y distraído, toro mutante, que se empleó sin descolgar ni darse, terminó viniendo al paso y no repitió ni dos viajes seguidos. Una estocada ladeada.

Se contaba con que los tres toros de la segunda mitad, de Victoriano del Río, iban a embestir sí o sí. Pero no. El cuarto, encelado en el caballo, pero suelto, a la fuga en banderillas a su querencia de tablas, tuvo una virtud: la de meter la cara. Perera sorprendió a la gente con dos primeras tandas ligadas de hasta seis que fueron un alarde técnico por la manera de sujetar al toro y, además, un modelo de toreo ligado de compás. En el terreno opuesto a toriles obedeció el toro. Es posible que, si ahí se hubiera cumplido la faena toda, ni pegada a tablas ni lejos de ellos, Perera le hubiera cortado las orejas al toro, porque lo tenía en la mano y la querencia viciada del toro pareció pedir brevedad. Solo que las huidas fueron a partir de esas dos primeras tandas una constante y ya no hubo modo de sujetar al toro, ni pisándole el terreno propio, ni tapándolo, ni en la puerta de toriles ni en las rayas vecinas a las que huyó. Antes siquiera de cuadrar Perera, cayó el primer aviso, y el segundo después de cuatro intentos en vano con la espada y casi el tercero cuando al séptimo descabello rodó el toro.

Con menos cara que los demás, el quinto, otro de 600 kilos, fue protestado de salida. Otra vez cambió las tornas Talavante en cuanto avisó de su intención de entenderse con el toro. Una caminata cruzando el ruedo de particular teatralidad y una faena de mucha más firmeza y compostura que gobierno del toro, que cabeceó ligeramente y, cuando tuvo a Talavante encima, entre pitones o al hilo, se paró en seco. Algún golpe de efecto: muletazos mirando el tendido, va por ustedes y demás. No coló.

El sexto fue el más deslucido de los tres de Victoriano del Río. Montado, muy armado, manejable por la mano derecha, pero sin poder seguir engaño más allá de dos viajes seguidos. Dos o tres. Ganándole pasos, Ginés cobró de uno en uno muletazos de buen corte. La gente estaba más por ir a secarse que por la labor.

FICHA DEL FESTEJO

 

Dos toros -1º y 2º- de NÚÑEZ DEL CUVILLO, tres -4º, 5º y 6º- de VICTORIANO DEL RÍO y uno -3º- de TOROS DE CORTÉS.

 

MIGUEL ÁNGEL PERERA, silencio y silencio tras dos avisos.

TALAVANTE, silencio tras aviso y silencio.

GINÉS MARÍN, silencio en los dos.

 

Curro Javier prendió al cuarto dos pares de caro mérito y saludó.

 

Madrid. 15ª de abono. Fresco, nubosidad variable, un aguacero en el primer toro, algún chubasco más, piso encharcado. No hay billetes. 23.900 almas. Dos horas y veinte minutos de función.

 

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Las jardineras de la galería de grada sirven en las Ventas de ceniceros, que se vacían a diario. También echan cáscaras de pipas de calabaza. Y medias rodajas de limón sobrantes de los gintonics. Todo menos flores.

 

Hay plazas, como la de Bayona, en que el callejón se adorna con macetas de hortensias colgadas de la barrera. Una rareza. Pero no se te van las hortensias de la memoria si alguna vez has tenido la fortuna de poner los pies en Lachepaillet, el florido arrabal de Bayona elevado frente a la barra del río Adour, que es el más torero de los ríos franceses. Una intervención en las dos fachadas nobles de la plaza de toros, que ya ha cumplido más de 125 años ha desvirtuado la plástica y el estilo primitivo del edificio, de piedra blanca, muy elegante. El patio exterior, con su jardín y su chiringuito de champán, es singular. Y una estatua en piedra de un toro imponente. El patio de caballos y cuadrillas es de suelo enlosado. Las cuadras son pequeñas y suficientes, como el corral. Bayona es una ciudad preciosa. La de más antigua tradición taurina de Francia. Y se nota.





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