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FERIA DE ABRIL / QUINTO FESTEJO DE ABONO

Roca Rey, por la Puerta del Príncipe

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Roca Rey, por la Puerta del Príncipe


Recompensa generosa de tres orejas -una y dos- para dos faenas de más firmeza y decisión que toreo ortodoxo y de mayor exigencia. Dos estocadas soberbias.

BARQUERITO

Especial para VUELTA AL RUEDO

 

LOS TRES PRIMEROS toros de la corrida de Cuvillo dieron el peso, pero no la talla. Por enmorrillado, el primero, jabonero, pareció más toro que un segundo cortito y relleno o que un terciado tercero de pobre trapío recibido con ligeras protestas. Agotado el papel, el primer no-hay-billetes de la feria, no estaba la mayoría por los toros sino por los toreros, y más por Roca Rey que por ninguno de sus alternantes. De eso hubo prueba patente cuando Roca salió en su turno a quitar en el primer toro de Manzanares. Lo hizo con aire desafiante y hasta teatral. El toro estaba en los medios y hasta ellos llegó Roca Rey para citar de largo. Se hizo un silencio expectante. Por chicuelinas, dos primeras de ajuste y gracia, una tercera por la mano izquierda, y de ella salió comprometido y apurado tras un acostón, pero, sin descomponerse, remató con revolera airosa. Se celebró a modo el quite y la idea de hacerlo.

 

Un viento molesto había descubierto una y otra vez a Urdiales mientras faenaba con el áspero y pegajoso toro jabonero, y ese mismo viento no consintió a Manzanares estirarse ni una sola vez cuando trató de fijar al toro del quite y pararse con él. El toro cabeceó, solo que dos puyazos perfectos de Paco María le bajaron los humos, y al capote de Roca Rey vino de otra manera. Rígido y tenso, Manzanares anduvo más pendiente del viento que del toro y sólo a última hora cubrió el expediente con una tanda corta y mixta. En tarde desafortunada con la espada, pinchó dos veces antes de cobrar una entera trasera, y un golpe de verduguillo. Urdiales había tumbado de inapelable estocada al jabonero, que no paró de revolverse.

 

Se calmó el viento casi de repente. Iba a entrar de nuevo en escena, y ya en su turno, Roca Rey. Naturalmente, lo hizo primero el toro con hechuras de novillote. Por eso, por la falta de trapío, se enfrió el ambiente de golpe. Dos picotazos y nadas más. Un trámite la lidia y, al cabo, una faena de más encaje que buena colocación, de bastante más ajuste que temple o propiamente gobierno. La cosa estaba en el alambre cuando se arrancó la banda de música, que en Sevilla también torea. No rompió la faena y el toro se fue apagando, hasta que Roca Rey, después de un desarme, decidió meterse entre pitones y buscar una tanda en rizo que se tuvo por mérito mayor. Una estocada a capón y rodó sin puntilla el toro. Una oreja.

 

Entonces se sintió el barrunto de que la tarde podía ser para Roca Rey la ocasión por él soñada de salir a hombros por la Puerta del Príncipe. Tenía que cortarle las dos orejas al sexto. Ese fue el argumento de la segunda mitad de corrida. En ella salieron tres toros más aparentes, armados y cuajados que los tres primeros. Dos de ellos, quinto y sexto dieron muy buen juego. Los dos justificaron el goloso papel de la ganadería. Dos corridas de Cuvillo en el abono, A las dos se apuntó Roca Rey. El toro de Urdiales pegó mucho taponazos y terminó punteando y rebrincado. El de Manzanares sacó son del bueno, pero no se encontró al torero en tarde inspirada. El de Roca fue el mejor de los seis.

 

El que mejor se empleó en el caballo, el único que galopó en banderillas y, puestos a medir nobleza, el que más. De bonita pinta: lombardo, chorreadito, listón, ojo de perdiz. Ahora contó el toro. Roca se embarcó en trasteo de partida temerario: de rodillas en tablas una tanda que llevó intercalada la guinda infalible de tres cambiados por la espalda, y el remate de uno de pecho larguísimo, hasta donde dio el brazo. Música. Churumbelerías, del repertorio valenciano. Perfecta compañía para una faena idéntica en arrojo, ajuste y firmeza a la del tercer toro, más lograda, pero abusando del toreo en línea y cargando las tintas en los cambiados por la espalda, que pasaron a ser argumento mayor. Una última tanda de redondos enhebrados unos con otros, sin soltar toro, giro en los talones, encendió el ambiente. Larga pelea: dos vueltas al pasodoble, Una estocada soberbia, dos orejas, sueño cumplido, Puerta del Príncipe.

 

FICHA DEL FESTEJO

Seis toros de Núñez del Cuvillo.

Diego Urdiales. Silencio en los dos.

Manzanares, silencio y silencio tras un aviso.

Roca Rey, una oreja y dos orejas, a hombros por la Puerta del Príncipe.

Picó muy bien Paco María al segundo. Muy celebrados dos pares de Antonio Chacón al sexto.

Sevilla. 5ª de abono. Primaveral. No hay billetes, 12.300 almas Dos horas y veinte minutos de función.

 

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- La querencia a la plaza del Museo, que es a las nueve de la mañana un plácido lugar.

 Sevilla -el centro, la del Plano de Olavide de 1771- está sembrada de plácidos lugares. El turismo desenfrenado empieza a ser una amenaza. No digo la plaza del Museo, que, salvo en domingo, cuando exponen en la calle los artistas de la ciudad, mantendrá su paz por siempre. Es parte del respeto y la admiración por el arte tan propios de la sensibilidad común de los sevillanos. La cuestión del gusto es aparte.

 Al Museo aprenden a ir, los escolares desde muy niños. Esta mañana eran no menos de veinte, de cuatro o cinco años, no más. Callados, disciplinados, han ido entrando en fila india. Ha sido un espectáculo. Ayer eran estudiantes de bachillerato, de escuela pública, unos veinte, muy formales. La cita,  al pie de la estatua de Murillo. Junto al kiosco de prensa, ayer también, un grupo de escuela privada, con uniformes como los de las escuelas británicas. En mi época, el uniforme estaba prescrito en toda clase de escuelas a partir del Eleven Plus, o sea, los once años. Las niñas, falda. Los niños, no. Visitar un museo en grupo es frustrante. Pero más frustrante no poder visitarlo. El de Sevilla es gratis para todas las edades. Solo hay que ser español.

 Lo que buscaba después era una alpargatería clásica o algún lugar donde comprar zapatillas de sport ligeras o de suelo de esparto. Y ya no quedan. Recordaba la calle Puente y Pellón por su comercio de barrio popular. La calle va desde la Encarnación a casi la plaza del Salvador, que es más hermosa que plácida. Un chasco: han desaparecido las tiendas pequeñas y los comercios baratos. Me ha llamado la  atención lo llenas que estaban las zapaterías. Y que las puertas de las tiendas estén abiertas. Puente y Pellón no son dos personas sino una sola, un asturiano que a mediados del XIX llegó a Sevilla casi como un sin papeles, sin un duro, sin nada, y llegó a ser el dueño del mejor comercio de la calle, y filántropo, un hombre de bien.

 En tiempos confundía el nombre de Puente y Pellón con el de Cano y Cueto, que es el nombre de otra calle, pero de la judería. Cano y Cueto fue un escritor de temas sevillanos de principios del siglo XX. Chaves Nogales lo ridiculiza y castiga en el que fue el primero de sus libros, que se titulaba "La ciudad". La ciudad de Sevilla. No otra.





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