Mérida, Diciembre Viernes 08, 2023, 02:09 pm
BARQUERITO
Especial para VUELTA AL RUEDO
PRIMERO FUE un toro colorado de ancha
cuna y un puntito paso de cuerna que echó las manos por delante, se frenó y al
frenarse pegaba una trallazo. Frío, distraído, trotón y suelto. Poco amigo de
llevarles la contraria a los toros, Morante, descubierto por golpes de viento
en el recibo, quiso que lo picaran duro. Por si, sangrado, se estiraba o
atendía el toro, que se escupió de un picotazo y se repuchó de una segunda vara
mínima. Visto y sentenciado el toro, que no hizo ni por los cites en
banderillas, rehusó la reunión hasta tres veces por la mano izquierda, desarmó
a Lili, que bregaba, y, pendiente tan solo de un capote que apenas asomaba por
el burladero de capotes precisamente, topó al ser reclamado por Morante. No
perdió el tiempo Morante en zarandajas, había salido armado con la espada de
acero y atacó sin siquiera perfilarse. Un pinchazo y una estocada desprendida.
Tras mucho pensárselo se echó el toro. Alberto Zayas le pegó uno de sus
puntillazos infalibles.
El ambiente estaba por Morante.
No hizo falta un termómetro para tomar la temperatura. Por si quedaba alguna
duda, hubo que esperar dos toros para certificarlo. O no tanto. El segundo de
corrida, El Juli al aparato, hizo hilo en banderillas con el tercero de cuadrilla
y Morante estuvo al quite en el momento preciso con un mero recorte salvador.
Lo vio todo el mundo. Un detalle no menor.
El tercero fue el toro de la
corrida. De pinta idéntica a la del primero, pero no similares hechuras, aunque
pudiera parecerlo, y de signo y son radicalmente distintos. Tomó el capote de
Rufo con brío y por abajo, se movió con el gateo vivo de los alcurrucenes
buenos y pasó por el caballo de pica sin hacer ni ruido. Morante habría visto
el toro como casi todo el mundo y mejor que nadie. Pareció pensarse si salir a
quitar en turno. Se estuvo mordiendo la lengua, pero desistió. Seguramente por
temor al viento, que soplaba y dejaba de soplar como un fuelle. Y entonces
soplaba.
La ocasión vino luego, con un
cuarto de corrida negro, en el tipo preciso de la sangre Núñez-Rincón, que
galopó de salida. En solo un apunte de verónica que iba a cobrar por los vuelos
Morante, pero frustró un golpe de viento a medio lance, se sintió un runrún
corrido de asentimiento. El Juli salió a quitar por chicuelinas, tres y media,
y entonces salió a replicar Morante. El murmullo fue como un trueno. La réplica
por tres lacias verónicas, media y una segunda media, se subrayó a lo grande.
Fue el preludio de una faena muy de Morante, abierta con un magistral estatuario
de puntillas, y tres más de telón, y el broche de dos de pecho de pitón a rabo
y rematados en la hombrera suavemente. Al abrigo del viento, casi en las tablas
del sol entre los tendidos 5 y 6, vino a suceder seguida una faena de relajado
encaje, empaque natural y refinado dibujo. Tandas virtuosas ligadas en el sitio
y en redondo, dos o tres, y su remate de pecho. Sólo que el toro, tardo de
partida y algo gazapón por la mano izquierda, dio en aplomarse casi de golpe y
del todo, sumiso, rendido, traído en muletazos compuestos a cámara lenta,
mecido. Al hocico el engaño para convencerlo. Costó que se encelara. Y, sin
embargo, la faena se vivió con mucho calor. No hubo ni un solo muletazo que no
se celebrara. Un pinchazo, una estocada.
En todo eso, que ni fue poco ni
mucho, quedaron marcadas las diferencias. El Juli, muy resuelto con un segundo
toro que se enroscó en faena de perder pasos en el momento en que la cosa puede
romper, se descaró con sus censores habituales, se amarró entre pitones o en la
pala de los dos, y planteó una faena cara a cara, cuerpo a cuerpo de desigual
tensión. Al quinto, muy apagadito, lo toreó mucho a la voz y llegó a
provocarlo, engancharlo y librarlo en muletazos de largo trazo. No pasó con la
espada en ninguno de los turnos.
Con el excelente tercero no llegó
a acoplarse ni templarse Tomás Rufo. Acelerado, al borde del vértigo porque el
toro, venido arriba, no daba ni tregua, optó por los toques bruscos, la
medicina contraindicada. Ofuscado, castigado por el viento y algunas palmas de
tango, insistió y porfió mientras el toro se le iba de las manos. Un pinchazo y
un bajonazo. Con un sexto de menguado poder, una faena machacona, reiterativa,
sin ángel ni inspiración.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- La escuela francesa de Geografía -sea física, política o económica,
da igual- goza de prestigio particular entre los amantes de la ciencia. En la
ilustre colección de bolsillo de la colección "Que sais je?" de la
Imprenta Universitaria de Francia, la sección de Geografía está más que bien
servida, y servida por grandes maestros del género. Por ejemplo, Pierre George
que fue profesor de la Universidad de París y autor de una Geografía de Italia
(edición de 1973) que compré en un saldo en Arles hace algún tiempo. Estaba
arrinconado en casa, pero me estaría llamando. Los libros hablan solos. Algunos
de toros, también.
Las imágenes de las inundaciones
en la Emilia Romagna de estos día me han producido una impresión durísima. Vía
internet, accedí a las páginas de Il Resto del Carlino, el centenario diario
liberal de Bolonia, y sentí la desolación de ver la riada en Cesena y Ravenna,
ciudad donde dormí dos noches. Para saber qué ríos estaban causando los
estragos, me reclamó Pierre George. Y más o menos. Los ríos que caen desde los
Apeninos al Adriático son peligrosos. Lleva lloviendo casi una semana entera.
Un diluvio.
Los geógrafos franceses buscan
las raíces culturales de los países que describen. Y en este caso se rinde
homenaje al poder de Italia como transmisora y difusora de la cultura
grecorromana. Foco de la civilización de la Europa Occidental. Y, por tanto,
del toreo. Y viendo a Morante, está claro, se siente en carne viva y propia la
belleza del Renacimiento.