Mérida, Noviembre Jueves 06, 2025, 04:27 pm

Inicio

Opinión



Diario Frontera, Frontera Digital,  Opinión, ,Por Cardenal Baltazar Porras Cardozo,Padre Madariaga por Cardenal Baltazar Porras Cardozo
Por Cardenal Baltazar Porras Cardozo

Padre Madariaga por Cardenal Baltazar Porras Cardozo



Padre Madariaga por Cardenal Baltazar Porras Cardozo

Si existe un personaje emblemático, controversial y desconocido para la mayoría es la figura del famoso Canónigo Madariaga que ha pasado a nuestra historia patria por su gesto negativo a la demanda del capitán general don Vicente Emparan de permanecer o no al frente del gobierno colonial. Después de numerosos contratiempos para la edición de este libro, sale a la luz pública bajo los sellos del Instituto de Teología para Religiosos ITER y el Centro de Investigación Teológica CIT de Caracas.

Con pasión, erudición y competencia, el doctor Eduardo Morales Gil, sucrense enamorado de su tierra, ha ido hurgando en hechos y personajes que transitaron por su tierra oriental dándonos a conocer escenas poco conocidas. Ha removido papeles y documentos desperdigados en ensayos históricos en los que se rinde homenaje a algunos “héroes semianónimos”, como lo fue el sacerdote de marras José Joaquín Cortés de Madariaga, quien recaló en nuestras costas sin quererlo ni buscarlo, se enamoró de la Venezuela todavía naciente y dio mucho más de lo que se podía esperar de un clérigo nacido en tierras australes que ancló en las tórridas costas del mar Caribe.

El libro tiene por nombre El padre Madariaga en la Independencia de Venezuela y la Nueva Granada. Chileno de nacimiento, andariego por tierras americanas y peninsulares, llegó por el oriente e hizo tienda temporal en la sultana del Ávila. Canónigo en su tierra natal, logró por gracia de la Corona española canjearlo por otra en Caracas. El gesto del 19 de Abril lo lanzó a la gloria de la gesta libertaria del continente americano. Otra gesta no menos importante después de la pérdida de la primera república lo llevó prisionero al norte de África, de donde logró huir y regresar a Venezuela en los aciagos años a partir de 1816. Gozó del reconocimiento de su hazaña, entre ellos de Simón Bolívar, todavía no consolidado como el líder máximo del proceso independentista.

En mayo de 1817 fue uno de los adalides del llamado Congresillo de Cariaco, en el que se declaró partidario de la modalidad de gobierno federal, lo que le hizo perder el aprecio inicial del Libertador. Se fue apagando su estrella, quedando cada vez más solitario y abandonado de todos. El temple de su espíritu no se doblegó, pero lo venció la pobreza y la indigencia: falleció en los primeros días de marzo de 1826 en Riohacha, en medio de “las zarzas del olvido que crecieron sobre su ignorada tumba”.

El ciclo vital de Cortés de Madariaga refleja perfectamente los comportamientos sociales encontrados, conducentes en la mayor parte de los casos a la ruina personal y comunitaria. Su personalidad recia, frontal, dejaba escaso espacio para negociar los principios que para él eran inviolables. Si bien podemos disentir de la fogosidad de sus diatribas y del poco pulso para buscar entendimiento, no es menos cierto que su personalidad no se doblegó ante el halago o la prebenda, ni dejó de cumplir, a su manera, con el ejercicio de su ministerio sacerdotal en estrecho margen con la postura política de sus superiores eclesiásticos.

Quedan reseñados en el libro otros muchos detalles de su andar que bien vale la pena conocer y retomar para entender las idas y venidas del naciente proceso independentista. Invito a mis lectores a buscar en esta obra otra serie de episodios vividos en Mérida, en Nueva Granada, en su regreso por el llano a Caracas y sus últimos años en Riohacha. Es la lección que nos deja la historia veraz, maestra de vida. Que la costumbre de demandar por salario tributo eterno y dura servidumbre nos haga apóstoles de la libertad y la honestidad, las únicas que conducen a la igualdad y a la paz.